La Foto de Fernando de Haro: "Ni la miseria de la casa en la que vive puede borrar su sonrisa"

La Foto del día

Redacción La Tarde

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Foto en blanco y negro. Foto de hace 60 o 70 años. En un campo muy extraño. La tierra en a que habría que cultivar está minada de piedras, piedras grandes de caliza blanca. Antes de meter el arado, antes de poder sembrar habría que recoger uno a uno los cantos, uno a uno. En esa paisaje tan inhóspito hay tres casitas nuevas, parecen prefabricadas. Desde luego todas son iguales: una sola puerta, una sola ventana. Parecen casetas de esas que se levantan a la orilla de un red de aguas. El cielo, con nubes bajas y arriscas, parece también dispuesto a negar cualquier esperanza. Junto a la primera casa un muchacho que acaba de ser padre, un joven con una chaqueta que usa solo en las grandes ocasiones. Sonríe como un puesto de sandías y alza a su primer hijo como quien exhibe al mundo un gran tesoro. Lo agarra con las dos manos por la cintura y se le ve la preocupación por no aprietan demasiado, por no hacerle daño. El niño tiene esa cara apretada propia de los bebés que no han terminado de acostumbrarse todavía a no estar todavía en el mundo. A la criatura le molesta todavía la luz. Y no se le ven las piernitas porque se las cubre un largo faldón de algodón que fulge como una salina en la que se entretiene el sol de mediodía. Resplandece el padre con la gran promesa entre sus manos. Ni el campo empedrado, ni la miseria de la casa en la que vive ni el cielo nublado puede borrar su sonrisa, su sonrisa que es más que un pálpito, es seguridad de que todo ha vuelto a empezar.

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