Marcela, víctima de trata: “El oficio más antiguo no es la prostitución, es mirar hacia otro lado”

En La Tarde hemos escuchado el testimonio de alguien que ha sido engañada, trasladada a España, obligada a ejercer la prostitución y ha conseguido salir

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Puede pasarle a cualquier a cualquier mujer. A alguien con estudios universitarios y con un buen trabajo. Solo hace falta una necesidad económica para ser engañada. Es el caso de Marcela, un nombre que ella misma nos ha pedido que le demos para su propia seguridad. Estudiante universitaria en Brasil, su país de origen, trabajaba en un buen bufete de abogados. “Por la crisis perdí mi trabajo y no pude seguir pagando la universidad”. Fue entonces cuando una amiga le puso en contacto con alguien que le prometía un empleo en España. Bien remunerado, con alojamiento y le costeaban el viaje. En total: 4.800 euros que corrían a cargo de una agencia de empleo.

“Primero me llevaron primero a Portugal por no ser hispanohablante” cuenta Marcela que recuerda que estas mafias tienen un modus operandi y, a partir del aeropuerto de Vigo le llevaron al país luso. “Yo llegué llena de ilusiones y, al cabo de una semana me dijeron que había venido a prostituirme”. Lo primero que hicieron fue quitarles la documentación, porque es una forma de retener a las mujeres, ya que sin documentación no son nadie. “Tenía que hacer todo lo que hacía el putero”, cuenta Marcela que insiste en utilizar esa palabra. “Me sentía culpable porque había puesto toda mi familia en peligro por un sueño”. Al poco tiempo le pusieron cadenas mentales con frases como “aquí no eres nadie”, “a dónde vas a ir” y “si te escapas te mato”. “Llegué a pesar que yo era culpable” confiesa nuestra protagonista que recuerda que “una mujer en esa situación nunca se siente como víctima”.

Marcela, víctima de trata: “El oficio más antiguo no es la prostitución, es mirar hacia otro lado”

La llevaron a ejercer en Sevilla, donde su calvario aumentó. “Los que más pagan son los que consumen cocaína, por lo que te obligan a que aprendas a manejar cocaína” cuenta Marcela que recuerda como “había días o semanas interminables porque, si te están pagando, tu no puedes decir que no a las drogas”. La propia ansiedad por saldar la deuda le provocaba que fuera la que más ejercía y la que más consumía, lo que le provocó un gran deterioro físico y mental. Desde APRAMP ya habían detectado indicios de trata y una mediadora le dijo una frase que todavía no ha olvidado: “tu puedes hacer lo que quieras y lo que te propongas”. Asegura que le generó mucha confianza y, después de generar 14.000 euros en una semana con el mismo putero, les dijo que se marchaba. “Me dieron la paliza de mi vida”. Fue entonces cuando llamó a APRAMP al número 24h. Consiguió salir. A las mujeres que están en la misma situación les dice lo mismo: “que denuncien”.

También hablamos con Rocío Mora, directora de APRAMP que asegura que su trabajo consiste en que las mujeres “vean la alternativa”. “Tenemos que llegar a las mujeres, esto es un grave delito internacional y hay que hacerlo ver a las mujeres y las niñas que están en las calles”.

“El oficio más antiguo no es la prostitución. Es mirar hacia otro lado” concluye Marcela.