Es una chica joven, casi una niña. Pongamos que se llama Hannah. Esta montada en un coche, con el pelo al aire. Levanta las dos manos mientras cientos de personas se manifiestan y peregrinan a la tumba de Mahsa Aminique, era un poco mayor que Hannah. Mahsa murió hace 40 días, asesinada por la policía moral de Irán. Hannah quizás sea una joven a la que no le interesaba mucho la política, el régimen que manda en su país, solo le interesaban sus estudios, sus amigos. Hasta que supo de la muerte de Mahsa.
Se le revolvieron las tripas, por eso ahora está encima de un coche, por eso se manifiesta contra los ayatolas. Porque Hannah no está hecha para la injusticia, no está hecha para renunciar a su libertad. Los hombres no renunciamos voluntariamente a la libertad. Se puede teorizar en un salón, en un bar que la injustica y la justicia son relativas, que todo es relativo, que todo es mentira (ahora hay un programa de televisión que se llama así), que no hay ideal ni lucha que merezca la pena.
Hasta que no te reconocen lo que es tuyo, hasta que pretenden someterte: hay ayatolas por todas partes, esta el ayatola jefe injusto, el ayatola compañero de trabajo desleal, el ayatola que dice que te quiere pero que no te deja respirar. Y entonces se acaban las teorías, los discursos de bar o de cátedra, y todos nos subimos en el coche para protestar porque no podemos renunciar ni a la libertad ni a la justicia.
Así cuenta el gran escritor S. Zweig la experiencia dela hiperinflación que tuvo en la Alemania de entreguerras. En enero de 1923, un dólar estadounidense valía 17.000 marcos, en noviembre de ese año 2 billones de marcos. Los alemanes transportaban maletas y carretillas llenas de dinero para ir a la compra. Estamos afortunadamente muy, muy lejos de eso. Pero en los últimos meses hemos vuelto a aprender lo mala que es la inflación.
Para reducir esa inflación, el BCE ha vuelto a subir hace unas horas los tipos de intereses: ya están en el 2 por ciento. Ya sabemos qué significa esto los préstamos se están encareciendo, especialmente las hipotecas variables ligadas al Euribor, y los depósitos están elevando su rentabilidad. Y la cosa no ha acabado, los tipos pueden seguir subiendo. Christine Lagarde, gobernadora del Banco Central Europeo, ha advertido que la economía del euro no va bien y que ya verá si sube más el precio del dinero.
Esta tarde vamos a intentar explicar por qué hay que encarecer el precio del dinero es bueno para que tu economía y la mía vayan mejor. Hay que explicarlo. Un adelanto: hoy hemos tenido la evidencia de cómo la inflación afecta a la economía, con la inflación las empresas reducen su margen y crean menos empleo. Hemos conocido hoy el dato de paro de la EPA del tercer trimestre del año, el del verano. Y el dato no es bueno. Hasta ahora nuestra economía había creado empleo a buen ritmo.
Durante el verano, la creación de empleo prácticamente se estancó. El empleo que se creó durante el verano fue fundamentalmente empleo público, dos de cada tres nuevos empleos los ha creado la administración. Y en estas horas delicadas nuestra vicepresidenta y flamante ministra de trabajo, Yolanda Díaz, se ha dedicado a quitarle a Franco su medalla al mérito del trabajo.
Vicepresidenta, hoy Franco, nos importa un rábano.