De Haro: "Ya no cuentan los argumentos, sino una política de posiciones que se convierte en puro antagonismo"

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Tarantino ya no hace bailar a Uma Thurman y a John Travolta, ahora presenta su libro. Para eso ha estado en Barcelona y ha asegurado que uno de sus traumas de infancia fue la muerte de la madre de Bambi en la película de Disney. No sé si Tarantino, que ha recurrido con frecuencia a una estética de la violencia en sus películas, habla en serio. Seguramente no. La idea original en el guion era que el impacto lo recibiese Bambi, que después se recuperaría de las heridas, y no su madre. Walt Disney, en cambio, defendía que a los niños no se les debía esconder la muerte. Sin duda, esconder la muerte es un mal negocio, pero de ahí a pensar que toda vida está siempre marcada por la pérdida, por lo negativo, por la frustración, hay un abismo. El punto de partida no puede ser la muerte.

Encaramos la última recta antes de las elecciones

Ya estamos en precampaña. Por los micrófonos de COPE ha pasado Lambán, el presidente socialista de Aragón, que le ha dado cera a Yolanda Díaz. Una de las encuestas de hoy refleja una importante emergencia de Sumar, en detrimento de Podemos y del PSOE. Tras la pausa de la Semana Santa, volvemos a la eterna precampaña. Y una vez más, se hace evidente que las posiciones ideológicas de los diferentes partidos, bastante pobres, no nacen de una doctrina teórica. Son simples armas para la descalificación del contrario. En esta perspectiva, incluso los hechos biológicos, como el sexo, se convierten en fórmulas al servicio de un combate que no reconoce objetividad alguna.

La política de estos últimos años ha pretendido instrumentalizar la disolución de los vínculos sociales, de modo que todo sea conflicto y que el conflicto solo sea resuelto por las instituciones. Pero las instituciones también han sido víctimas de un enfrentamiento que, a menudo, parece no tener límites.

El origen de este estado de conflicto tiene mucho que ver con la concepción del individuo. El individuo ya no es persona, sino alguien aislado que elige una ideología. Esa ideología le señala cuál es el rival, cuál es el enemigo que impide que sus intereses, emociones y deseos no prosperen. Se rehacen vínculos solo para rivalizar con los adversarios.

De este modo, el objeto inicial que teóricamente separa a las opciones políticas se convierte en algo irrelevante. Lo que cuenta no son los argumentos, sino una política de posiciones (izquierda, derecha, derecha de la derecha, izquierda de la izquierda) que se convierte en puro antagonismo.

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