"Para muchos ucranianos, con un país destruido y miles de familias rotas, esta noticia más que un alivio sería una humillación"

Pilar García Muñiz analiza las negociaciones de paz entre Donald Trump y Vladimir Putin 

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No me quiero ni imaginar lo que deben estar pensando los ucranianos ahora mismo. Es difícil ponerse en el lugar de un país, de unos ciudadanos, que llevan 1.087 días de guerra con Rusia, que viven al dictado de las sirenas antiaéreas, donde los niños acuden al colegio con un Kit de supervivencia en caso de ataque y donde se cuentan por centenares de miles los muertos.

Desde esta España moderna y en paz es difícil ponerse en el lugar de toda esa gente cuando ayer por la tarde Estados Unidos empezó a dar portazo a todas sus aspiraciones para negociar una paz con Putin. No habrá entrada en la OTAN y tendrán que ceder territorios. Casi 3 años de guerra para que Ucrania acabe cediendo y todavía habrá quien diga que podría haber sido peor.

Está claro que sin la ayuda occidental, Putin hace tiempo que habrá arrasado con Ucrania, pero la realidad es que tal y como se plantea un futuro acuerdo, Rusia conseguiría sus objetivos y Ucrania tendría que ceder parte del territorio invadido.

Es curioso porque es la segunda vez que a Ucrania le pasa esto. Verse abandonada a su suerte. La primera fue cuando se firmó el Pacto de Budapest en 1994. Estados Unidos, Europa y Rusia prometieron a Ucrania que se respetarían sus fronteras si aceptaba deshacerse de las armas nucleares que conservaba de la época soviética. Ucrania aceptó y en 2014 la Rusia de Putin entró en el Dombás y luego se anexionó Crimea... y no pasó nada.

Hoy se repite la misma historia. La Rusia de Putin puede mantener esa hoja de ruta gracias al giro radical que ha dado Estados Unidos con la llegada de Donald Trump y gracias también a la incapacidad europea para garantizar la seguridad de Ucrania e incluso la suya propia. Europa debería mirarse al espejo y replantearse su papel.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el viejo continente se centró en la reconstrucción económica y delegó la defensa en la OTAN en el Contexto de la Guerra Fría. En plena expansión económica, Europa ha ido creciendo y ganando en bienestar, dejando la política de defensa en un segundo plano.

Este crecimiento es algo de lo que podemos presumir, desde luego, pero se ha producido con el paraguas de una OTAN decidida a encarar a Rusia porque así lo quería Estados Unidos. Ese paraguas tiene hoy goteras. Trump no quiere obligaciones y si Europa quiere defenderse debe implicarse. Y da la sensación de que todo ha pillado a Bruselas a contrapié.

Ahora mismo somos un convidado de piedra en las negociaciones sobre una guerra que tenemos a las puertas. Con la amenaza de una Rusia a quien su imperialismo desatado le acaba de dar resultados y con Estados Unidos mirando para otro lado. Están cambiando las reglas de juego y parece que tenemos poco que decir y mucho que afrontar.

Cualquier persona se alegra de que se pare una guerra, pero para muchos ucranianos, con un país destruido y miles de familias rotas, esta noticia más que un alivio sería una humillación. Todo esto me recuerda al famoso microrrelato del dinosaurio; “Cuando Europa despertó, Rusia todavía estaba allí”