La historia de vida de Marcelo: se queda ciego y lo que hace para superarlo deja "a cuadros" a toda Galicia

Se llama Marcelo Lusardi, es argentino y vive en Galicia, y explicaba en 'La Tarde' cómo tuvo que sobreponerse a esa nueva condición vital

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La historia de vida de Marcelo: se queda ciego y lo que hace para superarlo deja "a cuadros" a todos

Ana Rumí

Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Está claro que nunca sabes por dónde te viene la vida y que, muchas veces, puede darte un revés con el que no contabas. Un problema de salud, un accidente, o algo que nunca llegaste a ver venir. Muchas veces, nos intentamos sobreponer de la mejor manera posible, y es entonces cuando se dan las mejores historias de superación.

Sí, de esas personas que consiguen vencer todos los obstáculos frente a las dificultades y salen victoriosos. Y eso es lo que ha hecho, precisamente, Marcelo Lusardi, un joven argentino de 26 años que ha conseguido conmocionar a toda Galicia con su lección de vida, donde vive desde hace años.

Todo comenzó cuando él tenía 18 años, que le llegó uno de esos reveses que no esperaba que le cambiase tanto, y tan de arriba a abajo, su vida. Llegó a su vida una enfermedad hereditaria (pero que no tenía a nadie cerca de su entorno al que le hubiera pasado) conocida como neuropatía óptica de Leber, que se llevó por delante su vista.

Marcelo Luisardo, skater ciego que ha estado hoy en La Tarde

Él mismo reconocía en La Tarde que "fue un golpe duro", pero no porque tenía que cambiar su vida entera, sino porque echaba de menos su vista, porque como admitía, no es lo mismo nacer con ella y que luego te desaparezca, que haber sido ciego toda la vida.

Sin embargo, eso no le impidió formarse y hacer algo que está al alcance de muy pocos.

Su lección de vida para superar este revés

Antes de que la enfermedad llegase a su vida, Marcelo era un joven con mucha curiosidad y muchas inquietudes. Le gustaba, sobre todo, subirse a un patinete y hacer skate. No era para menos, porque era algo que se le daba muy bien.

"Fue un golpe muy duro, tenía muchas ilusiones como conducir, empezaba con un proyecto de vida y todo me cambió y no me lo esperaba. Fue como un palo muy gordo, toqué fondo. Me tuve que levantar como pude gracias a mi entorno, que también fue duro para ellos" expresaba.

Sin embargo, decidió que no había ninguna razón para dejar de hacer aquello que le hacía feliz: el skate. Eso sí, no iba a ser tan fácil como parecía, porque ahora tenía que valerse de un bastón y de tomar medidas a sus recorridos y trazarlo en su mente.

"Desde que conocí el mundo del skate me flipó, el primero me lo regalaron en Navidad como con diez años, lo descubrí por unas chicas de mi barrio" comenzaba diciendo.

"Antes de quedarme ciego era muy tranquilo, tenía muchos miedos, no era valiente. Pero tras tocar fondo llega un punto que ves que no puedes hacer todo y tienes que adaptarte a una nueva vida y te ves que tienes que envalentonar, me daba vergüenza empezar a usar el bastón" decía.

Sin embargo, admite que ahora mismo se apaña estupendamente y hace trucos con el skate que no conseguía hacer antes de perder la vista.

El orgullo por conseguir sobreponerse

Después de ocho años sin vista, Marcelo admite que ha aprendido mucho y se ha adaptado. Igual piensan sus amigos y todo su pueblo, después de ver cómo ha logrado sobreponerse a las circunstancias.

"Estaba harto de sufrir y llorar y me animé a hacer las cosas, fui a ver a mis amigos y se quedaron a cuadros, no sabían que me había quedado ciego y fue un shock, pero me vieron tan mal que me animaron a hacer skate y bajar con él. Me ha ayudado mucho patinar" expresaba.

Plaza dels Àngels de Barcelona

Dice, eso sí, que tuvo que reaprenderlo. "No tenía referentes y no sabía cómo hacer, pero fue bonito, fue volver a aprender y al principio no usaba el bastón, tenía mis medidas y guiarme por sonidos y lo que podía, pero poco a poco fui haciendo cosas que no me atrevía hacer cuando veía, pero cuando ya me adapté al skate tenía que hacer algo más, seguro que podía, era alucinante tirarme y no ver nada".

Por eso, cuando piensa en ese momento, siente que ha aprendido tanto que no puede sino sentirse orgulloso. "Estoy orgulloso de lo que hago y de lo que hice y de cómo lo afronté, pero tuve miedo, y también lo sigo teniendo".

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