'La Tarde' entra en una clase para adultos: ¿Cómo se enseña a leer y a escribir a los mayores?

Fernando de Haro ha visitado una clase para adultos en la Casa de la Cultura de Getafe, en Madrid, donde aprenden desde cero a leer y escribir

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Redacción La Tarde Diego Pinilla

Publicado el - Actualizado

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En España aún hay muchas personas que por diversas razones no saben leer ni escribir. Bien porque en su momento se vieron obligados a dejar los estudios o bien porque nunca pudieron ir a la escuela para aprender, se estima que existen en nuestro país entre 500 y 600.000 personas que son analfabetas. Sin embargo, muchas de ellas se han animado a retomar las lecciones de lectoescritura o a empezar desde cero, gracias a los centros de educación de personas adultas.

Fernando de Haro se ha acercado a una de estas clases para adultos que se imparten en la Casa de la Cultura de Getafe, en Madrid. La mayoría de alumnos que hay en este curso, tal y como comenta el codirector de La Tarde, son de una edad avanzada. Personas que han vivido toda su vida sin saber leer ni escribir, pero nunca es tarde para aprender.

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La Tarde entra en una clase de educación para adultos: ¿Cómo se enseña a leer y a escribir a los mayores?

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Rocío es la profesora de esta clase y cuenta cómo se enseña a leer y a escribir en la edad adulta. “Empiezo desde lo más bajo, porque hay personas que vienen que no saben prácticamente ni las letras”. Por eso, la primera lección suele ser aprender a reconocer las vocales y, a continuación, todo el abecedario. “Luego vamos con las sílabas, y ahora estamos ya con las trabadas, que son, por ejemplo, tra, tre, tri...., las que llevan dos consonantes y una vocal”, explica la docente.

En cuanto al tiempo que puede tardar una persona adulta en tener un dominio de la lectura y la escritura, depende de la capacidad y también de las ganas y la motivación que se tengan. Según Rocío, si se tiene disposición, antes de un año pueden llegar a hacer grandes avances.

Sin embargo, hasta que llegue ese momento, las personas analfabetas se encuentran con muchos inconvenientes en su vida diaria, tal y como recuerda la profesora. Hacer la compra, realizar cualquier trámite administrativo o seguir indicaciones de algunos carteles puede hacerse muy cuesta arriba para alguien que no sepa leer. “Ahora mismo yo creo que ya todos están capacitados para desenvolverse en la vida cotidiana”, afirma Rocío.

Además, la profesora asegura que ahora que ya han aprendido, incluso le han cogido gusto y disfrutan de la lectura. “Vienen todos los días con muchas ganas, con mucha ilusión, y no fallan nunca”. Rocío les recomienda también que fuera de la clase sigan leyendo y escribiendo mucho, y es que la práctica es la mejor manera de afianzar los conocimientos.

“Vamos aprendiendo poquito a poco, pero a mí me cuesta más trabajo”, comenta una de las alumnas de Rocío, Antonia. “No es igual que cuando eres más joven y se te quedan todas las palabras”, asegura Salvadora. Pero aún así, son muy constantes en su aprendizaje y no desisten, como destaca su profesora. Gracias a estas clases incluso han aprendido a manejarse con el móvil, algo cada vez más esencial.

“Tenía que echar mano de mi hijo o de mi nuera, de mi hermano”, reconoce Salvadora, de 68 años. En su caso, no tuvo oportunidad de ir al colegio porque desde muy pequeña se tuvo que poner a trabajar, ya que en su casa eran muchos hermanos. De todas formas, dice que siempre se ha defendido para orientarse y moverse por los sitios o para hacer la compra. “No me engañaban”, afirma Salvadora. Como escribir es lo que aún se le resiste un poco, opta por mandar audios en vez de escribir por WhatsApp, por ejemplo. Pero ya se anima a leer novelas por su cuenta y a hacer crucigramas, que “antes no los hacía porque no los entendía”.

Antonia, por su parte, lleva ya cerca de dos años en estas clases para adultos. Al igual que Salvadora, también cuenta que se apañaba al coger el metro e ir a los sitios aunque no supiera leer antes. “No sabía apenas nada, y ya sé un poquito mejor”, declara. De familia humilde, esta extremeña tampoco pudo ir a la escuela, pero ahora, gracias a esta oportunidad, se atreve con libros de todo tipo: “Leo todo lo que pillo”. Está visto y comprobado que, como reza el dicho, nunca es tarde si la dicha es buena.

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