LAS MANOS DE LA EVANGELIZACIÓN
Esta semana en su firma en 'Mediodía COPE' Mario Alcudia reflexiona sobre la forma de inculturar el Evangelio en medio de la sociedad plural
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En su reciente encuentro con los participantes del Dicasterio para la Evangelización decía el Papa que no vivimos en una sociedad cristiana, pero sin que embargo estamos llamados a vivir como cristianos en una sociedad plural. Ahora que tenemos a Francisco realizando su visita apostólica por Asia y Oceanía, me acordaba de uno de sus viajes a otro continente; en este caso África. En su encuentro con jóvenes y catequistas en el estadio de los Mártires en Kinsasa les pedía Francisco que miraran a sus propias manos, donde Dios ha puesto el don de la vida el futuro de la sociedad y de su país. Y, desde luego, bien podemos aplicarlo todos los cristianos al mundo y momento actual. Pedía el Santo Padre mirar cada uno de nuestros dedos. El pulgar, el más cercano al corazón, corresponde a la oración, que hace latir la vida. Puede parecer una realidad abstracta, lejana de los problemas tangibles. Sin embargo, es el primer ingrediente, esencial, porque necesitamos del agua de la oración para dar vida.
El segundo dedo, el índice, es con el que indicamos a la comunidad el camino para ser fieles a la propia llamada. El tercero, el corazón, es el que se eleva por encima de los otros para recordarnos algo imprescindible, la honestidad. Ser cristianos es testimoniar a Cristo. Por tanto, el primer modo para hacerlo es vivir rectamente, como el Señor quiere.
El cuarto y penúltimo, el anular, es el más débil, el que más trabajo cuesta levantar. Nos recuerda que las grandes metas de la vida, el amor como la primera de todas, pasan a través de la fragilidad, el esfuerzo y las dificultades. Y esto debe afrontarse con paciencia y
confianza. Fragilidad que va íntimamente ligada al perdón; porque perdonar significa saber empezar de nuevo.
Y finalmente, el meñique, el más pequeño, nos explica que el que sirve se hace pequeño. Como una semilla minúscula, parece que desaparece en la tierra y, sin embargo, da fruto, y abundante. Cristo nos enseña que el servicio es el poder que transforma el mundo.
Una metáfora pues esta, casi una parábola, que nos hace tomar conciencia de cómo el futuro de la fe, la inculturación del Evangelio, y nunca mejor dicho en este caso, está en nuestras manos.