La directora de un colegio de La Palma asegura que los niños se han adaptado bien al nuevo centro escolar

Eran las tres y once minutos de la tarde cuando hace justo un año el tiempo se detenía en la isla de La Palma. El miedo y la incertidumbre sorprendían a los vecinos de la isla

Redacción Mediodía

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Eran las tres y once minutos de la tarde cuando hace justo un año el tiempo se detenía en la isla de La Palma. El miedo y la incertidumbre sorprendían a los vecinos de la isla y a quienes lo transmitían, como la televisión canaria. El suelo se abría en la zona de Cabeza de Vaca, en el municipio de El Paso. Tras nueve días de enjambres sísmicos, el volcán de Cumbre Vieja rugía para recordar a sus más 84.000 habitantes la verdadera identidad de su tan preciada isla: la volcánica.

El volcán dio enseguida muestras de su furia con temblores rugidos y coladas de lava que no tardaron en arrasar todo lo que había a su paso durante los 85 días que duró su actividad. En total, quedaron cubiertas por magma y cenizas más de 1.100 hectáreas, lo que supuso la destrucción de 3.000 edificaciones, 73 kilómetros de carreteras y 228 hectáreas de cultivos de plátanos.

Algunas de estas construcciones, como la iglesia de Todoque o el Colegio de los Campitos en el mismo barrio, quedaron sepultadas por las coladas. Esa escuela, que contaba en aquel momento con 23 niños de entre 3 y 12 años, vio como todos sus alumnos, antes o después, perdían sus casas. Un año después, la directora de este centro, Ángeles Nieves, habla orgullosa de la enorme capacidad de adaptación que tienen sus niños. "Todos mis alumnos perdieron sus casas. Se han ido reubicando y los niños lo viven de forma diferente. Hemos hablado del volcán y lo ven ya casi con normalidad", ha explicado. Casi todos los niños tienen ya una nueva vivienda y se han adaptado a su nuevo colegio. Todavía no tienen edificio propio.

Un año después, los niños siguen reubicados en otro centro escolar, junto al puerto de Naos. "Se han adaptado muy bien al nuevo centro y, a veces, recordamos el antiguo. Me hablan a veces del espantapájaros que teníamos en el jardín... de cosas que les vienen a la mente. Pero siempre con cariño, nunca con tristeza", ha contado la directora.