De las máquinas no puede esperarse la sabiduría

Escucha la Firma de José Luis Restán del martes 28 de enero

José Luis Restán

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Mientras las bolsas de todo el mundo se tambaleaban por la irrupción de una aplicación china de Inteligencia Artificial, la Santa Sede ha hecho público un documento sobre el significado, posibilidades y riesgos de una herramienta llamada a influir en nuestra vida cotidiana, en la configuración de la economía y también de la cultura. La Iglesia entra así en un debate de máxima actualidad, se expone sin otras armas que la sabiduría del Evangelio y su experiencia de siglos y ofrece, precisamente, una luz que puede servir a todos, no solo a los católicos.

Para la tradición cristiana, la inteligencia es un aspecto esencial del ser humano creado a imagen de Dios. No consiste sólo en la capacidad de adquirir habilidades, sino que se orienta a comprender el significado de la realidad, a discernir lo que es verdadero, lo bueno y lo bello. La Nota de los dicasterios de Doctrina de la Fe y de Cultura establece una clara diferencia entre la inteligencia humana y los actuales sistemas de IA. Lo que llamamos, quizás engañosamente, “Inteligencia Artificial”, es una extraordinaria conquista tecnológica que realiza tareas y toma decisiones basadas sobre datos cuantitativos y sobre la lógica computacional. Por tanto, no debe verse como una forma artificial de la inteligencia, sino como uno de sus productos.

La IA puede proporcionar ayudas formidables en numerosos campos, siempre que sea utilizada como herramienta complementaria de la inteligencia humana, a la que de ningún modo puede sustituir. La IA es y será siempre una «máquina» que no tiene responsabilidad moral. Por cierto, no hay sombra de resquemor hacia las máquinas en este documento. Eso sí, de ellas no puede esperarse ninguna sabiduría propiamente dicha. Y sólo la sabiduría (humana y divina) que implica reconocer la verdad y el bien, permitirá utilizar esta impresionante herramienta al servicio de la humanidad.

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