¿A quién agradecer?

Escucha aquí la Firma de José Luis Restán de este jueves 12 de septiembre

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Repaso la prensa y experimento una sacudida. Entrevista en El Mundo digital a un tipo presentado como “azote de los creyentes”. Ay, Dios mío. Se llama Daniel Denett. ¿De dónde sacan esta retahíla de supuestos intelectuales rancios? 

Destaca un titular: “La idea de dar las gracias a Dios es ridícula; ¿qué hace un ser omnipotente con nuestra gratitud?”. Estos comecuras del siglo XXI son casi de risa, qué suerte los que pudieron debatir con tipos como Voltaire, Marx o Nietzche… 

Denett mira por encima del hombro a millones de seres humanos que al salir el sol dan gracias a Dios por la vida, por su propio corazón lleno de deseo de felicidad, por el atractivo de las cosas, por la música que suena, por la compañía de la mujer amada o por el campo que espera ser arado. Porque nada de eso lo han producido ellos, todo lo importante es, en última instancia, dado. Pero ya decía Hanna Arendt que “el odio a lo dado” es una marca indeleble de cierta cultura de hoy.

El Dios de Jacob, el Dios de Israel, el Dios de Jesucristo, es omnipotente, sí. Pero en su misterio insondable ha querido que los hombres le amemos libremente y, por tanto, se ha expuesto a que podamos rechazarlo, incluso ridiculizarlo. “Por la libertad del hombre lo he sacrificado todo”, dice Dios en el un inolvidable poema de Charles Péguy. 

Recuerdo a mi amigo Mikel Azurmendi, cuando era un antropólogo agnóstico, preguntarse a quién tenía que agradecer tantas cosas. Era la pregunta con la que se levantaba cada mañana un hombre de los pies a la cabeza, con un corazón vivo y sediento: ¿a quién agradecer? Gracias a su encuentro con la comunidad cristiana, Azurmendi tuvo la gracia de conocer, al final de su vida, el rostro y el nombre de uno al que agradecerlo todo: Cristo. 

Y ahora viene este azotador de creyentes, Daniel Dennett, a decirnos que agradecer a Dios es ridículo… No es extraño cómo va occidente.