Púrpuras hasta los confines
Escucha la Firma de José Luis Restán del lunes 7 de octubre
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El Papa anunció ayer un consistorio para la creación de 21 nuevos cardenales y, como él mismo explicó, su procedencia expresa la universalidad de la Iglesia y, por otra parte, manifiesta el vínculo indestructible entre la Sede de Pedro y las Iglesias particulares establecidas en el mundo. Recordemos que los cardenales tienen la misión de aconsejar y acompañar al Papa en su cuidado y gobierno de la Iglesia universal, y también la misión esencial de elegir en su momento a un nuevo pontífice. Hay que subrayar que el Papa tiene libertad total para designar a los cardenales y aunque haya tradiciones y lógicas más o menos razonables, Francisco ha demostrado sobradamente que no está sujeto a ellas.
Entre los nombres anunciados hay algunos que responden a esas lógicas. Que los arzobispos de Lima, Toronto, Santiago de Chile o Turín sean cardenales responde al peso de esas diócesis y encaja en la historia reciente. Otros nombres responden a un cierto criterio de representatividad. Francisco quiere una mayor presencia de purpurados de Asia y de África, donde crece un catolicismo de primavera, como él mismo ha dicho. En esta hornada figuran un japonés, un filipino, un indonesio y un costamarfileño.
Después, encontramos nombres que obedecen a situaciones estratégicas para la Iglesia en este momento histórico. Seguramente a estas responde la elección (muy singular) del arzobispo de Teherán, donde los católicos son una pequeñísima minoría siempre en precario; la del arzobispo de Argel, un lugar de avanzadilla en el diálogo con el islam; y la del arzobispo de Belgrado, ya que Serbia es una difícil frontera entre el este y el oeste, también en el plano eclesial. Por lo demás, siempre pueden sorprender algunas ausencias. A mí, personalmente, la del arzobispo mayor de la Iglesia greco-católica de Ucrania. Pero, desde luego, el Papa sabe más y ve más lejos.