"Viaje a la Europa cansada"

Desde el jueves el Papa realizará una visita a Luxemburgo y Bélgica, en el corazón de la vieja (y cansada) Europa. La semana pasada, haciendo un balance conmovido de su reciente viaje a Asia y Oceanía, Francisco dijo que tenemos que superar una visión demasiado eurocéntrica, y se refirió a la alegría, la juventud y la pujanza de las comunidades que acababa de visitar, afirmando que había respirado “un aire de primavera”. Creo que eso será más difícil en esta ocasión, aunque existen allí comunidades vivas (pequeñas) y testimonios de fe que llegan a ser heroicos, en un contexto de indiferencia y también de rechazo programado.

La historia de Bélgica está marcada por la fe católica: de allí han salido innumerables misioneros hacia todo el mundo; allí nació la universidad de Lovaina, que cumple 600 años de importante trabajo cultural y teológico. Pero nadie vive de las rentas. Una mayoría de los belgas dan hoy la espalda a esa rica tradición. Incluso existe, en algunos sectores, una especie de inquina hacia la Iglesia, cuyos miembros también han cometido errores, naturalmente. Por otra parte, existe el riesgo tantas veces observado por Francisco de la “autorreferencialidad”: mucha discusión interna, a veces extenuante, sobre la doctrina y la disciplina eclesial, pero escasa tensión misionera y capacidad de anuncio. Domina el deseo de adaptarse a los valores de la cultura dominante, pero no se encuentra el camino de una traducción cultural de la fe que dialogue críticamente con esa cultura poscristiana.

Según los titulares, los ejes del viaje serán la paz, las migraciones y el medio ambiente. No dudo que el Papa hablará de esos temas, pero estoy seguro de que hablará, sobre todo, del anuncio de Jesucristo hoy, sin el cual no se encontrarán soluciones profundas ni duraderas para esos y otros desafíos. Tengo especial interés en escuchar las palabras de Francisco en este viaje.