En ambas orillas del Río Grande

José Luis Restán reflexiona sobre el drama de la inmigración

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En ambas orillas del Río Grande

José Luis Restán

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Durante los últimos días, miles de migrantes intentan entrar en Estados Unidos una vez que ha expirado la regulación que permitía una devolución en caliente muy rápida, debido a la pandemia del COVID. La supresión de esa normativa no significa en modo alguno que se haya abierto la frontera, pero la esperanza de alcanzar una vida mejor es más fuerte que cualquier miedo. En La Linterna de COPE hemos escuchado describir sus sufrimientos al padre Francisco Gallardo, que trabaja con ellos en la ciudad mexicana de Matamoros: “vienen de situaciones gravísimas donde no tienen casa, seguridad, alimentación... por eso huyen… tienen que cruzar varias naciones para llegar al sur de Estados Unidos, todo lo que cuentan es un horror… los cárteles se aprovechan de estas situaciones cobrándoles dinero por la promesa de llegar al país deseado, donde luego no son bien recibidos”. La paradoja es que los estadounidenses no podrían arreglar sus jardines, ni cuidar a sus hijos, ni tener suficientes camareros ni obreros para la construcción, sin los migrantes. Algunos economistas señalan que esa fuerza laboral es esencial para que el país crezca como está creciendo. Sin embargo, el trato que reciben en la frontera es inhumano.

En su reciente mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, el Papa subraya el reverso de la medalla: se debería asegurar a todos el derecho a no tener que emigrar, la posibilidad de vivir en paz y con dignidad en la propia tierra… pero para eso queda un largo camino y, mientras tanto, todavía serán muchos los que partan en busca de una vida mejor. Ante esta realidad, lo que urge es ampliar los canales para una migración segura y regular, que reste capacidad a las mafias. Y, en cualquier caso, la Iglesia tiene que ser una comunidad dispuesta a acoger, proteger e integrar a los que llegan con sus historias de dolor a la espalda, como hacen estos días tantos sacerdotes, religiosas y laicos, en ambas orillas del Río Grande.

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