Difícil decisión

José Luis Restán reflexiona sobre el nombramiento que hizo el sábado el Papa Francisco de un obispo chino

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Difícil decisión

José Luis Restán

Publicado el - Actualizado

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El Papa ha tomado una difícil y sufrida decisión al nombrar obispo de Shanghái a monseñor Joseph Shen Bin, que el pasado mes de abril fue trasladado de su sede de Haimen a la de Shanghái por decisión unilateral del gobierno chino, que no se atuvo al acuerdo entre la Santa Sede y Pekín para la provisión de obispos. Aquello fue algo más que un jarro de agua fría, y confirmó en muchos la sospecha de que el régimen chino no juega limpio con el Vaticano. Entonces, ¿por qué decide ahora el Papa confirmar aquel acto claramente ilegítimo? La alternativa era, o bien una ruptura total, dejando a la diócesis de Shanghái sumida en el marasmo y la confusión, o bien apostar una vez más por el áspero camino de un diálogo lleno de obstáculos. Francisco se ha decidido por la segunda opción.

Un gran conocedor de la realidad china, el misionero Gianni Criveller, se pregunta en un interesante análisis publicado por el portal Asia News, si el interlocutor chino está en la misma longitud de onda que la Santa Sede en su apuesta por el diálogo. Y se pregunta si no estamos ante una decisión estratégica de Pekín: proceder unilateralmente en una política religiosa cada vez más caracterizada por el nacionalismo de la llamada "sinización". El cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, no desconoce toda esta problemática, como demuestra la detallada entrevista concedida para explicar el paso dado por el Papa. La esperanza que refleja es que el obispo Shen Bin, que estaba en plena comunión con el Papa, pueda sanar las heridas de la comunidad católica en Shanghái, y eso implica también acabar con el ostracismo impuesto por Pekín a dos obispos auxiliares, Thadeus Ma Daqin y Joseph Xing Wenzhi. Esa sería una óptima señal de que se avanza por el buen camino. El tiempo dirá si el Papa y sus colaboradores aciertan con esta estrategia. En todo caso, les guía sólo el deseo de que el hermoso pueblo católico chino camine con la mayor seguridad posible, sabiendo que, en última instancia, su futuro está en manos de Dios y no del poder de los mandarines.

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