Las estadísticas y la cuestión de fondo

José Luis Restán reflexiona sobre los seminarios de España que ayer celebraron su Día

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Las estadísticas y la cuestión de fondo

José Luis Restán

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La celebración del Día del Seminario trae cada año la publicación del número de seminaristas en España. En el 2022-23 el número total de seminaristas es de 974. Más allá de los ajustes metodológicos a la hora de contarlos, es innegable la reducción que vienen experimentando los seminarios españoles en los últimos decenios. El hecho de que ahora haya descendido de la mítica barrera del millar ha provocado titulares gruesos y alarmas del tipo “España se queda sin sacerdotes”, como si ese listón tuviese algún significado mágico.

En realidad, lo que se viene contrayendo es la dimensión de la comunidad cristiana en España en sus diversas expresiones. Enfocar el dato aislado del número de seminaristas provoca una distorsión de la realidad. Si disminuyen el número de bautismos, el número de matrimonios, y el porcentaje de personas que participan en la celebración de la Eucaristía, ¿cómo pretendemos que no disminuya el número de seminaristas? Todo esto es motivo de dolor y de preocupación, pero también es una invitación al realismo de la fe y a la confianza en el Señor. En el futuro serán necesarios ajustes dolorosos en muchos esquemas y prácticas de nuestra Iglesia. Pero esto no es lo más importante. Lo decisivo es que allí donde existe una comunidad que vive la fe sin reducciones y con entusiasmo, surgen todo tipo de vocaciones.

Joseph Ratzinger habló hace 50 años de un árbol que perdería muchas ramas, de una comunidad que vería reducida su influencia social y política, pero que se centraría de nuevo en lo esencial: la fe en el Dios trinitario, en la ayuda del Espíritu que durará hasta el fin. Y así, decía él, la Iglesia florecerá de nuevo y se hará visible a los seres humanos como un lugar que da vida y esperanza más allá de la muerte. Los jóvenes, y no tan jóvenes, que siguen diciendo “sí” a la llamada del Señor, ya sea para el sacerdocio, el matrimonio o la vida consagrada, entienden esto. Y es algo por lo que debemos sentirnos agradecidos y esperanzados.

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