Y yo, ¿qué soy?

El Papa ha enviado hoy un breve pero enjundioso saludo a los participantes en una Escuela de Verano de Astrofísica que organiza el Observatorio Vaticano. La observación y el estudio de los astros ha sido una disciplina curiosamente vinculada a la historia de la Iglesia y siempre alentada por los papas. Reconoce Francisco que las maravillosas imágenes enviadas por el nuevo telescopio espacial James Webb nos dejan estupefactos al considerar el número increíble de galaxias, estrellas y planetas identificados. Y ante toda esta maravilla evoca el salmo que tantas veces hemos rezado: “cuando veo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerde de él, el ser humano, para darle poder?”.

Los astrónomos disponen hoy de nuevos instrumentos para entender el universo, pero apunta que estos no bastan para llegar hasta el fondo. Francisco les aconseja dejarse sorprender por la novedad que puede presentarse inesperadamente. El asombro es un factor esencial para el conocimiento. Y aunque la mirada, en este caso, pasa lógicamente a través de la ventana de la astronomía, el Papa les pide no olvidar otras ventanas que pueden mostrar realidades importantes como la compasión y el amor, y observa que la amistad entre ellos también es un factor para obtener un conocimiento más amplio y profundo.

“Lo más sorprendente de este universo, dice Francisco, es que contenga criaturas como nosotros, que son capaces de observarlo maravillados y que se interrogan ante él”, como aquel pastor errante de la poesía de Giacomo Leopardi: “cuando miro en el cielo arder las estrellas, me digo pensativo: ¿para qué tantas luces?, ¿qué significa esta soledad inmensa?… y yo, ¿qué soy?”. Concluye el papa pidiendo a estos científicos que no pierdan nunca ese asombro, ni en sus investigaciones ni en su vida, para reconocer todo lo que cada fragmento del universo les ofrece.