Peregrinos de esperanza

El periodista y profesor Mario Alcudia reflexiona sobre la llamada del Papa al comienzo de este Jubileo a volver a Cristo, a cruzar la Puerta que nos conduce al Señor. Una llamada a dejarnos reconciliar con Dios y entre nosotros; acudir a su encuentro y abrir nuestro corazón a la esperanza.

Redacción Religión

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Esta semana hemos arrancado el Jubileo, el Año Santo que el Papa ha querido dedicar a la Esperanza con el deseo de que este tiempo de gracia nos fortalezca en la fe, nos ayude a reconocer a Cristo resucitado en medio de nuestras vidas y nos transforme en peregrinos de la esperanza cristiana.

El Santo Padre nos invita a ser sus testigos en medio de este mundo donde encontramos desesperación y desconfianza. En medio de esas turbulencias de la fragilidad y el desconcierto la esperanza actúa como ancla de la barca de la Iglesia.

Con la apertura de la Puerta Santa esta semana Francisco nos ha mostrado simbólicamente las muchas puertas que es necesario abrir para salir al encuentro de los demás y para dejar entrar a otros en nuestras vidas; puertas de libertad que se fundan en nuestra esperanza. Como discípulos de Jesús, no vamos a la deriva en nuestro viaje como peregrinos, sino firmemente anclados a Él.

Como recuerda el Papa en la Bula de convocatoria de este Jubileo, de imprescindible lectura, ‘Spes non confundit’, este entretejido de esperanza y paciencia muestra claramente cómo la vida cristiana es un camino, que también necesita momentos fuertes para alimentar y robustecer la esperanza, compañera insustituible que permite vislumbrar la meta que es el encuentro con Jesús.

En este Año jubilar estamos llamados a ser signos tangibles de esperanza para tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de penuria, para los migrantes, para los perseguidos o privados de libertad; de ahí que haya querido casi comenzar este Jubileo cerca de los reclusos de la prisión de Rebibbia.

Un Jubileo marcado por la esperanza en Dios que no defrauda. Con el deseo de que nuestra vida sea un canto como el salmo a esperar y ser fuertes en el Señor; que la fuerza de esa esperanza pueda colmar nuestro presente en la espera confiada de la venida definitiva de Jesucristo.

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