La revolución suave, clave del trabajo decente

Ante los riesgos de un trabajo precario, Mario Alcudia reflexiona sobre la llamada del Papa a crear un entorno laboral justo y humano donde se tenga en cuenta la singularidad de cada persona

Redacción Religión

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Me quedo de esta semana con dos interesantes mensajes del Papa a públicos muy diferentes pero muy en sintonía en su contenido. Por un lado, sus palabras a centenares de representantes de diversos institutos bancarios italianos a los que recordaba el papel fundamental de la economía y las finanzas en la construcción de una sociedad más justa e inclusiva, las potencialidades y contradicciones del sistema financiero actual, y la importancia de regresar a prácticas que prioricen el bienestar de las personas sobre el lucro desmedido.

Entre las tareas y prioridades Francisco les insistía en la necesidad de fomentar la inclusión financiera, brindado apoyo a quienes sufren dificultades económicas; evitar la especulación y la usura y actuar con transparencia, haciendo un manejo ético y responsable de las finanzas, tratando así de construir una sociedad más equitativa y, por tanto, un mundo más justo y solidario.

El otro mensaje, en una línea similar, a los participantes del "LaborDì", un proyecto destinado a promover y poner el trabajo decente en el centro organizado por la Asociación cristiana de trabajadores italianos. Pedía el Santo Padre especialmente a las nuevas generaciones no ceder a contextos profesionales movidos únicamente por el deseo de obtener prestigio social o dinero.

Y es que no debemos olvidar que aunque en ocasiones el mundo del trabajo esté contaminado por dinámicas y comportamientos negativos hay que tener muy presente que se trata de algo humano. En los entornos profesionales son los vínculos personales los que cuentan más que los números y los resultados.

El Papa denunciaba además la velocidad, a menudo opresiva, que caracteriza el contexto laboral actual que en ningún caso deben alienar a las nuevas generaciones, apagar sus sueños, dejarlas solas o resignadas. Algo que puede traducirse en precariedad, sueldos ínfimos o la imposibilidad de conciliación el trabajo con la vida familiar.

En definitiva, que aunque lo importante para cualquier institución empresarial sea alcanzar las metas y los objetivos económicos jamás para conseguirlo se ponga en riesgo la dignidad humana de los trabajadores. Es lo que Francisco denomina la revolución suave tratando así de rescatar el trabajo de la lógica del mero beneficio.

      
             
      

El Papa denunciaba además la velocidad, a menudo opresiva, que caracteriza el contexto laboral actual que en ningún caso deben alienar a las nuevas generaciones, apagar sus sueños, dejarlas solas o resignadas. Algo que puede traducirse en precariedad, sueldos ínfimos o la imposibilidad de conciliación el trabajo con la vida familiar.

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