"A Ayuso no le pasará factura plantar a Sánchez, pero el Gobierno desviará la atención pública hacia sus formas"

Jorge Bustos analiza el plantón de Isabel Díaz Ayuso a Pedro Sánchez

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Hay razones para comprender el plantón de Ayuso a Sánchez, y hay razones para criticarlo. Si empezamos por la crítica recurriremos el argumento de la institucionalidad: los políticos preocupados por el deterioro institucional, por la pérdida de las formas en democracia, saben que es importante distinguir a la persona del cargo. 

Por eso a menudo nuestros representantes más responsables tienen que tragarse los motivos personales, las antipatías o las cuentas pendientes con un interlocutor determinado con tal de salvaguardar un diálogo del que se puedan beneficiar tus gobernados. 

Ayuso no soporta a Sánchez, pero desde el punto de vista institucional pierde una ocasión de recordarle a la cara -y en posterior rueda de prensa- todo lo que él, que también es de Madrid, está dejando de hacer por los madrileños por puro sectarismo y por sus alianzas con los separatistas.

Después está el argumento orgánico, la lealtad al partido. Precisamente para diferenciarse del sectarismo y de la mala educación de los ministros de Sánchez, Feijóo pidió a sus barones que acudieran a Moncloa atendiendo a la llamada del presidente, aunque fuera para decirle a la cara lo que piensan del cuponazo catalán. 

Y eso es lo que han ido haciendo todos los presidentes del PP que ya han pasado por el búnker monclovita. Ya sabemos que esas reuniones no sirven para nada. Ya sabemos que solo son un paseíllo propagandístico, un paripé que monta Pedro para que parezca que él trata por igual a todos los dirigentes territoriales de España, cuando todos sabemos que en realidad es rehén del independentismo catalán y vasco, y que esas dos regiones se llevan todos los privilegios y las prioridades presupuestarias porque es el precio que le ponen a Pedro para mantenerlo en Moncloa.

La dirección nacional del PP no va a criticar a Ayuso por diferenciarse del resto de barones. Porque saben que ella tiene su propia estrategia, que es la de la confrontación directa con Sánchez, y le va muy bien con ella porque la sociología electoral de Madrid no es como la de Andalucía, por ejemplo.

      
             
      

Yo no creo que a Juanma Moreno le caiga Sánchez mejor que a Ayuso: pero el PP gobierna sobre millones de españoles de territorios y sensibilidades diferentes. Y eso no es una debilidad, sino una fortaleza. Quizá en su fuero interno a Feijóo no le haya gustado que Ayuso vaya por libre, pero la existencia de perfiles fuerte diferenciados en el PP no perjudica electoralmente al partido. 

El reto de Feijóo está en fortalecer la dirección nacional y el grupo parlamentario, no los territorios donde ya tiene mayoría absoluta.

En cuanto a las razones para comprender el plantón, el comunicado de Sol da dos. La primera es que no se puede hablar de financiación mientras el Gobierno no se desdiga del cuponazo catalán que condiciona todo el modelo. Y así debería ser. 

      
             
      

La segunda es que Sánchez -que tiene imputada a la mujer, al hermano, al fiscal general y pronto a su secretario de Organización- se pasa el día insultando a Ayuso y calumniándola, llamándola corrupta, cuando ella no tiene ningún problema con los tribunales y su novio es un particular que está pleiteando con Hacienda como tantos otros contribuyentes.

Humanamente, es difícil exigirle a una víctima que se reúna con su agresor verbal como si todo ese odio formara parte de un teatrillo inocuo. Las palabras no significan nada para Sánchez, pero a Ayuso le siguen doliendo las calumnias. 

Su decisión de plantar a Sánchez no le pasará factura ante su electorado, más bien lo contrario; pero de aquí al viernes el Gobierno desviará la atención pública hacia las formas de Ayuso, para que no se hable de la corrupción sanchista y de los problemas judiciales que cercan a un Gobierno en proceso de descomposición. Un Gobierno que ya no es más que una agencia de propaganda y señalamiento.