"Las democracias mueren por culpa de gobernantes elegidos democráticamente que se deslizan hacia el autoritarismo"

El codirector de 'Mediodía COPE' analiza en su monólogo de este martes la marcha de Biden en Estados Unidos y la moción de censura contra Barnier en Francia

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Bienvenido al mediodía de este martes de diciembre, que es el mes donde todo acaba. Acaba mal un gobierno estadounidense, el de Biden, y acaba peor un gobierno francés, el de Barnier. Y si Francia y Estados Unidos simbolizan las dos grandes revoluciones democráticas de la modernidad, entonces tendremos que concluir que la democracia occidental no pasa por su mejor momento.

Pero los enemigos de la democracia liberal no provienen del exterior en nuestros días. Hoy no están amenazadas por Hitler ni por la Unión Soviética, aunque es verdad que tienen un enemigo peligroso en la Rusia de Putin y en sus guerras híbridas para desestabilizar Europa. 

Hoy las democracias mueren o se debilitan por culpa de gobernantes elegidos democráticamente que se acaban deslizando hacia el autoritarismo. Y Biden y Macron no están libres de esa tentación. En mi modesta opinión el balance general de ambos líderes no es malo, han sido dos figuras valiosas que han combatido el populismo con la razón moral de su parte, pero quizá de tanto combatirlo se han acabado contagiando un poco de sus maneras.

Biden ha cambiado de opinión al más puro estilo Sánchez y va a terminar su mandato indultando a su hijo de todos sus delitos, incluyendo el de comprar armas ocultando su condición de adicto a la heroína. 

Y Macron se negó a asumir la realidad parlamentaria elegida por los franceses, impuso a Barnier sin negociar con nadie y Barnier ha querido gobernar por decreto (no sé si te suena lo de gobernar por decreto). 

El resultado: moción de censura en Francia apoyada tanto por la extrema izquierda como por la extrema derecha, y veremos si Macron es capaz de nombrar otro gobierno viable. Ambos, el americano y el francés, presuntos paladines de la separación de poderes que es propia de la democracia, han acabado cayendo en el mismo vicio: la arrogancia, el despotismo, el creerse por encima de las leyes y de los votos. 

      
             
      

Y ahora llega Trump, que piensa indultarse a sí mismo, y quizá llegará Le Pen, y sus adversarios teóricamente moderados se habrán quedado sin argumentos para afearles conductas antidemocráticas. Por no hablar de Pedro Sánchez, que ya tiene en Biden el ejemplo inspirador para indultar a su esposa, llegado el caso de una condena a doña Begoña, que no es en absoluto descartable.

La democracia es un sistema de libertades que solo perdura si sus dirigentes están dispuestos a renunciar al poder y a aceptar la alternancia. Si a ambos lados del Atlántico empezamos a discutir las reglas de juego, a cumplirlas solo cuando nos convienen y a violarlas cuando convienen al adversario, entonces acabaremos repitiendo los errores y los horrores del siglo XX. 

Y entonces nos preguntaremos cómo fue posible y cuándo se jodió el Perú, que diría Vargas Llosa. Se jodió (con perdón) cuando los gobernantes empezaron a negar la legitimidad del adversario para gobernar, y cuando esa polarización caló en los ciudadanos. Si los votantes premian el cainismo, si no castigan en las urnas a los autoritarios, entonces me temo que nos mereceremos el mundo sombrío que nos va a tocar revivir.