"Está bien que Mazón pida disculpas, pero me temo que estas buenas palabras no son en absoluto suficientes"
Jorge Bustos analiza la comparecencia del presidente de la Comunidad Valenciana tras la DANA del pasado 29 de octubre
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El presidente de la Generalitat ha comparecido para rendir cuentas y ha reconocido errores. Quizá estas dos cosas, comparecer y hacer autocrítica, sean las dos decisiones más acertadas que ha tomado Carlos Mazón en los últimos 15 días.
Está bien pedir disculpas, está bien comprometerse a no cometer en las tareas de reconstrucción los mismos errores cometidos en la primera reacción a la catástrofe. Pero me temo que estas buenas palabras no son ni serán en absoluto suficientes. Ni para depurar todas las responsabilidades ni para inspirar confianza en los valencianos, que necesitan creer que una cierta normalidad regresará pronto a sus vidas. Unas vidas brutalmente alteradas por la riada.
Y es verdad. Es evidente que la magnitud de esta riada no admite comparación con ninguna otra catástrofe natural reciente, y habría superado por igual a cualquier presidente autonómico y los recursos de cualquier comunidad autónoma.
El problema fue no reconocer con humildad ese mismo día, esa misma tarde, que la situación le estaba superando. Y no lo hizo o porque estaba en una comida improcedente o porque la información de la AEMET indicaba que la dana se desplazaría hacia el norte o porque la Confederación Hidrográfica del Júcar no avisó de la crecida letal del barranco del Poyo o por todo eso a la vez.
Eso es lo que hay que aclarar. Y el presidente valenciano ha anunciado la creación de una comisión de investigación para esclarecer la secuencia de los hechos y la atribución de las competencias en cada momento.
Y ha pedido otra comisión de investigación en el Congreso de los Diputados, tomando la palabra al propio Pedro Sánchez, que ya prometió que llegaría el momento de la rendición de cuentas tanto en el parlamento autonómico como en las Cortes Generales. Ojalá que ambas comisiones, si se sustancian finalmente, sirvan para algo más que para cruzar acusaciones y arrojarse fango dialéctico. Pero me temo que los valencianos no van a seguir con demasiado afán esas sesiones: estarán más pendientes de si llegan las ayudas.
No contábamos con información suficiente, ha repetido Mazón. Fue todo tan grande que no se pudo prever, ha dicho una y otra vez. El sistema entero ha fallado, ha insistido. Pero no es verdad que todos fallaran ni que todos fallaran en la misma
medida ni que todos compartieran la misma responsabilidad. Los alcaldes que avisaron llorando los primeros no han fallado, los soldados que esperaban ansiosos su inmediata movilización no han fallado, los voluntarios tampoco.
Falló la Generalitat y falló Moncloa, empezando por Teresa Ribera en la prevención y en la alerta del cauce, siguiendo por Marlaska que no declaró una emergencia nacional más que pertinente y terminando por Sánchez que jugó al cálculo dilatorio malicioso para dejar que Mazón se cociera en su propio caos.
Mazón no va a dimitir. Hará una remodelación que quizá anuncie mañana, incluyendo perfiles técnicos y entregando las cabezas más polémicas. Pero es difícil, si no imposible, que ese cortafuegos logre salvarlo a él mismo.
Es verdad que dimitir ahora mismo añadiría otro problema a los ya existentes, por la complicada geometría parlamentaria y porque el nuevo equipo perdería un tiempo precioso en hacerse con las riendas. Pero ya que asume la tarea de la reconstrucción, que se entregue a ella con absoluta abnegación. Como si, efectivamente, no hubiera un mañana para él.