"A falta de integridad moral y responsabilidad política, Sánchez ha elegido la guerra judicial para atrincherarse"

Jorge Bustos pone el foco en la "guerra de querellas" que se ha declarado en España

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En España se ha declarado la guerra de las querellas. La Audiencia Nacional archivó ayer la querella del PP contra el PSOE por financiación ilegal. Esa querella se basaba en una denuncia de un empresario anónimo amiguete de Aldama que aseguraba a The Objective haber llevado bolsas de billetes a la sede de Ferraz. 

Visto lo visto a mí me parece una denuncia verosímil, porque en Ferraz mandaba el señor de los chalés y príncipe de los corruptos, don José Luis Ábalos. Pero sin otra prueba que un testimonio, en un Estado de derecho no se puede abrir una causa judicial, y el PP debía saber que su querella estaba abocada al archivo.

Otra cosa es que en Génova crean que las querellas no se ponen para ganarlas, sino para generar relato, es decir, para hacer propaganda. Eso es lo que creen Sánchez o Vox, y uno piensa que el PP debe diferenciarse de ambos para representar una alternativa moral al sanchismo que no sea tampoco un sanchismo de derechas.

Pero si vamos al marcador, la guerra de las querellas la va ganando la oposición. Sánchez acaba de perder su querella contra el juez Peinado, al que acusaba de prevaricación, y todo apunta a que Begoña Gómez también perderá la suya por lo mismo, como también la ha perdido algún experiodista fan del matrimonio. Tres de tres.

Pero no contento con esta sucesión de derrotas, el PSOE anuncia otra querella contra el PP, esta vez por injurias; los penalistas explican que nuestro código no ampara la querella por injurias contra personas jurídicas, como lo son los partidos políticos, sino solo contra las personas físicas. Así que si Ferraz llega a querellarse, que está por ver, la perderá también. 

Y ojo con la financiación irregular, porque ya dice Pedraz que archiva de momento y mientras no aparezcan nuevos indicios, y te recuerdo que los agentes de la UCO están volcando los comprometedores contenidos de 170 dispositivos digitales decomisados a la trama, y alguno de esos pendrives tiene muy preocupado a Ábalos y al lugarteniente de Marlaska en la Guardia Civil. Ellos sabrán el porqué de tanta preocupación, y tarde o temprano lo sabremos todos.

El final del sanchismo se está dirimiendo en los tribunales por una razón: porque el sanchismo es un movimiento que carece de escrúpulos morales. Su naturaleza misma es la castración ética. No tiene órgano de la decencia. Hubo socialistas en el pasado que dimitían por responsabilidad, pero esa conciencia ha muerto bajo el sanchismo. 

El listón ético de este sexenio negro lo marca un tramposo que desde su tesis hasta la amnistía solo ha podido medrar mintiendo y negando luego sus fraudes cada vez que eran descubiertos. A una conciencia privada de remordimientos y de autoexigencia moral es imposible pedirle que experimente vergüenza ante los escándalos que contemplan las conciencias sanas, las que no están deformadas por el sectarismo y la polarización.

A falta de integridad moral y responsabilidad política, Pedro Sánchez ha elegido la guerra judicial para atrincherarse. Y la justicia es lenta, pero inexorable.

Si sigue sin rendir cuentas por la corrupción de su partido, de su Gobierno y de su entorno familiar, es cuestión de tiempo que los nudillos de los servidores de la ley acaben tocando a la puerta de su búnker. Ese es el final que parece haber escogido.