"El futuro de Oriente Próximo le tocará administrarlo a Trump"

Escucha el monólogo de Jorge Bustos del jueves 16 de enero

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Es la una, las doce en Canarias.

Qué tal, soy Jorge Bustos, te doy la bienvenida al mediodía de este jueves, 16 de enero. ¿Habrá alto el fuego en Oriente Próximo o saltará todo por los aires en el último momento? Esto es lo que nos preguntamos todos a esta hora, y muy especialmente es la inquietud que está devorando a los familiares del centenar de israelíes secuestrados por Hamas en Gaza desde hace 15 meses. Los rehenes que se suponía que iban a empezar a ser devueltos a sus familias a partir de hoy, en varias fases, y eso sí, sin que sepamos aún cuántos serán devueltos con vida y cuántos muertos.

El Gobierno de Netanyahu denuncia que en el último momento los negociadores palestinos se han retractado de algunos puntos del acuerdo para encarecer sus exigencias, y el presidente israelí ha reaccionado aplazando la reunión de su gabinete que debe ratificar el armisticio. Por si fuera poca tensión, esta misma mañana el ejército israelí ha bombardeado la Franja causando 70 muertos, a manera de siniestro broche a la implacable ofensiva que ha destruido Gaza. Sobre Netanyahu está ejerciendo presión el ala dura de su Gobierno; porque sí: los hay más duros que él: ministros ultranacionalistas que creen que este alto el fuego solo beneficia a Hamas, que podría tener la ocasión de recuperarse. Así que a esta hora reina la incertidumbre absoluta en Oriente Próximo: no sabemos si cesarán los bombardeos, si volverán los secuestrados a abrazar a sus familias, si empezará la reconstrucción.

Por eso resulta un poco ridículo la competición egocéntrica entre Biden y Trump (y entre partidarios de Biden o Trump) por apropiarse de un mérito que ni siquiera se ha consumado. Lo razonable es pensar que el trabajo de la Administración saliente a través del secretario Blinken ha dado su fruto; y también que sin el poder de persuasión de Trump no se habría alcanzado el acuerdo. Pero lo que debería importarnos es si se cumplirá o no, y por cuánto tiempo. Lo que debería importarnos es si podrá entrar ahora la ayuda humanitaria, si las familias rotas podrán reunirse, si hay un plan viable para que el terrorismo no vuelva a gobernar Gaza.

Porque más allá de lo que ocurra en las próximas horas, el futuro de Oriente Próximo le tocará administrarlo a Trump. Él impulsó con acierto los Acuerdos de Abraham, que buscaban crear lazos entre el mundo árabe y el judío orillando a Irán, y por eso Irán -que odia cualquier entendimiento con Israel- reaccionó promoviendo la masacre del 7 de octubre. Ahora la fuerza militar israelí ha logrado descabezar o debilitar a sus títeres en la región: Hamas, Hizbulá, los hutíes de Yemen. Pero ¿será capaz Estados Unidos de convencer a Israel de apostar por la paz? ¿Podemos esperar la formación de un gobierno aceptado por el pueblo palestino, quizá bajo protectorado egipcio o emiratí, hasta que la Autoridad Nacional Palestina esté en condiciones de asumir el mando? ¿Y es Netanyahu el hombre adecuado para transitar por ese camino de diplomacia después de tanta muerte y destrucción?

Pero todo esto son conjeturas políticas cuando todavía no han cesado las acciones militares. Ojalá Netanyahu comprenda que la piedad es a veces la única expresión de la inteligencia estratégica, y la mejor despedida a una carrera llena de sombras. Y ojalá el comportamiento de los palestinos deje de dar la razón a los que les acusan de que nunca pierden una oportunidad de perder una oportunidad.