"Sánchez habría preferido que el PP votara en contra porque ya tenía preparada una campaña feroz de respuesta"
Escucha el monólogo de Jorge Bustos del jueves 30 de enero
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La decisión del PP de votar que sí al decreto minibús pactado entre Sánchez y Puigdemont convence a la mayoría de la dirección del partido y a los barones autonómicos, pero está generando un encendido debate en las bases sociológicas a las que se dirige el partido, es decir, entre los simpatizantes y los votantes. Se trata de una decisión arriesgada. ¿Por qué? Porque habrá mucha gente de centroderecha que reclama del PP una oposición frontal al sanchismo, sin volantazos. Esa gente no entiende que se vote que sí a un decreto a cuya negociación el PP no fue invitado, porque se ha cocinado íntegramente en Waterloo y se lo ha tragado finalmente Pedro.
¿Por qué el PP ha girado en su sentido del voto hacia el sí? Fundamentalmente por razones estratégicas: es verdad que Sánchez ha cedido a trocear el decreto, como pedía Feijóo; y también es cierto que Sánchez habría preferido que el PP votara en contra (por eso metió lo del palacete del PNV) porque ya tenía preparada una campaña feroz de respuesta, con ayuda de los sindicatos y de la brunete mediática, para culpar a Feijóo de despreciar a los pensionistas, a los usuarios del transporte público y a los afectados por la dana el resto de la legislatura. La potencia de fuego de Moncloa es enorme, y Génova lo sabe. Y aunque el decreto habría salido igual sin el apoyo del PP, con su sí logra romper el relato sincronizado del sanchismo. Aunque también paga un precio: dejarle a Vox todo el carril derecho para venderse como única oposición implacable contra Sánchez.
No sé si Génova ha acertado con este giro o si era más prudente la abstención"
Copresentador de 'Mediodía COPE'
Yo no sé si esta decisión le quitará votos al PP: mis fuentes en Génova me cuentan que habría sido mucho peor aparecer como enemigos de los jubilados, que es como los iba a presentar el Gobierno. Y en una sociedad envejecida como es la española, los pensionistas constituyen una fuerza electoral determinante: 12 millones de votantes. Enfadarlos significa perder elecciones. Lo sabía Zapatero, que congeló las pensiones y lo pagó en las urnas; lo sabía Rajoy, que las subió; y lo sabe Sánchez, que debe su permanencia en el poder no solo al miedo a Vox de la izquierda y al voto catalán o vasco, sino en buena medida a la revalorización constante de las pensiones, aunque ese compromiso clientelar esté sangrando al erario y disparando la deuda.
Mira, yo no sé si Génova ha acertado con este giro o si era más prudente la abstención: lo dirán los próximos sondeos. Pero sí sé que en España tenemos un problema con las pensiones que ningún político se atreve a abordar sinceramente. Alguna vez habrá que levantar la cabeza y mirar a la próxima generación, no solo a la próxima elección. El sistema de pensiones actual, eternamente revalorizado conforme al IPC, es insostenible si atendemos a las proyecciones demográficas. Y tampoco está claro que sea justo en términos de solidaridad intergeneracional. Los jóvenes son el único segmento de la población que todavía no ha recuperado el poder adquisitivo que tenía en ¡2008!, cuando estalló la gran recesión. El sueldo medio de un joven que empieza a trabajar en España es de 1.100 euros, mientras que la pensión de jubilación media está en 1.500. Luego nos quejamos de que nuestros jóvenes son los que más tarde se emancipan en Europa y no quieren tener hijos: ¿cómo van a plantearse siquiera pagar un alquiler o una hipoteca y fundar una familia con esos sueldos miserables? Uno de cada dos euros públicos se va en pensiones: ¿es que como los jóvenes votan menos no merecen políticas públicas específicas y ambiciosas? ¿Cómo pretendemos que los jóvenes no se radicalicen si perciben que los partidos sistémicos sobreprotegen a los jubilados y se olvidan de ellos?
Necesitamos sacar las pensiones del debate partidista y firmar un pacto de Estado para mejorar la redistribución de nuestros impuestos. Y necesitamos liderazgo y propuestas valiente, realistas. Pero me temo que la política española sigue secuestrada por el relato a corto plazo".