"Sánchez ha petado la agenda de viajes para no tener que rendir cuentas en el Parlamento de los escándalos que le rodean"

Jorge Bustos analiza las novedades en los múltiples casos que rodean al Gobierno

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Vinieron a limpiar este país de corruptos y de machistas. Eso decía Ábalos. Y eso decía Errejón. Que aquella España gobernada por el PP era una ciénaga donde todo el mundo robaba y donde imperaba el patriarcado y el neoliberalismo salvaje.

Muchos españoles, y por desgracia muchas españolas, les creyeron. Y les votaron. Y de esos votos nació la coalición progresista, el Gobierno más limpio y feminista de la historia. El Gobierno de José Luis Ábalos, Koldo García y Víctor de Aldama. Y el Gobierno del Tito Berni y de Íñigo Errejón. Aprended, niños, esta ley histórica: los que montan guillotinas para los demás terminarán con su propia cabeza en un cesto.

Los que más presumen de pureza en público luego esconden intimidades repulsivas. Y los que contribuyeron con su discurso incendiario a debilitar la presunción de inocencia un día lamentarán en carne propia la pena de telediario o el linchamiento de red social que tanto practicaron con los demás.

Ese día ya ha llegado, queridos niños. Ahora oímos a Ábalos quejarse de que su propio partido lo ha condenado preventivamente, sin darle la ocasión de defenderse. Pero es que él hizo lo mismo con Rajoy en aquella moción de censura.

Y ahora se alzan algunas voces tímidas que piden que no llamemos violador a Errejón hasta que los tribunales no resuelvan las denuncias presentadas contra él. Pero es que fue Errejón y el resto de voceros de su partido -o de cualquiera de los partidos de la extrema izquierda- los que rentabilizaron políticamente tanta manifa feminista, donde se criminalizaba a todo varón por el hecho de serlo. Hermana, yo sí te creo... salvo cuando denuncias al compañero Íñigo; entonces mejor encubrirlo, no vaya a ser que se hunda el negocio.

El negocio de Sumar está en quiebra, efectivamente. Pero se está hundiendo bajo el peso de su propia hipocresía. De su discurso demagógico y de sus eslóganes tóxicos que han envenenado las relaciones entre hombres y mujeres, y han creado un ambiente irrespirable de suspicacias, paranoia, delaciones anónimas y juicios paralelos al margen del Estado de derecho.

Esa ha sido la triste aportación de la extrema izquierda a la política española, y la justicia poética ha querido que ese mundo ideológico se esté devorando a sí mismo después de haber empeorado la vida pública de todo el país.

Pero el jefe de todo ese mundo de fariseos no es Errejón, ni Yolanda ni Pablo Iglesias. El número Uno, por citar a Aldama, es Pedro Sánchez. El primer socialista que aceptó meter a la extrema izquierda en el Gobierno con tal de seguir en Moncloa.

El mismo que hizo suya la ley podemita de sí es sí, que solo puedo corregir con ayuda del PP cuando los violadores empezaron a salir de las cárceles. El mismo que ahora niega haber cruzado una palabra con Víctor, el amigo de Koldo, el compadre de Ábalos. Hasta la India se ha tenido que ir Pedro para huir del olor a cerrado y a mentira de su propio Gobierno. 

Ha petado la agenda de noviembre de viajes para no tener que rendir cuentas en el Parlamento de los escándalos que le rodean. Pero da igual que se vaya a la India, a la Amazonía o a Nueva Zelanda. Porque adondequiera que vaya, el olor de la descomposición moral viaja con él.

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