"La triste peripecia de Karla Sofía Gascón debería hacernos repensar qué le estamos haciendo a la dignidad de los actores y del público"

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Todo apunta a que la actriz Karla Sofía Gascón ha tenido la carrera más fulgurante y efímera de la historia de Hollywood. Fue elevada a la gloria de la candidatura a los Oscar por su identidad sexual y ha sido expulsada a los infiernos de la cancelación por su identidad ideológica. La cultura woke la elevó y la cultura woke la tumbó: maldita sea la cultura woke.

Por desgracia hace tiempo que Hollywood -y casi cualquier otra instancia cultural de Occidente- no premia el talento: su criterio hace tiempo que no es exclusivamente artístico, como debería ser. También aspira a proponer modelos de pensamiento, y en concreto modelos de pensamiento único. Impone la diversidad como un dogma, lo exija o no el guion, y no hay nada menos artístico que la imposición.

Confieso que la aparatosa caída de Karla Sofía me da un poco de lástima, pero lo cierto es que no es una mártir, porque también se sirvió de lo woke para ascender, ni tampoco es una villana, porque todo el mundo debería tener derecho a expresar opiniones que no coincidan con la ortodoxia zurda. Sencillamente la convirtieron en un símbolo de la causa progre sin que nadie se parara a tiempo a revisar sus opiniones en Twitter. Muchas de ellas son infumables, y rezuman la misma intolerancia que ahora se practica contra ella. Otras son diagnósticos bastante exactos de la naturaleza moral de nuestro Gobierno. Pero en cualquier caso me da pena que ahora ella se rebaje a recorrer lagrimeando las televisiones que se dignan a entrevistarla, tratando de no perder ese Oscar que ya parece haber perdido, porque hasta Netflix la ha borrado de su catálogo.

Podría haber reaccionado de otra manera. Podría haber explicado que, más allá de los exabruptos más injustificables, ella siempre se ha sentido cercana a posiciones conservadoras, como hay otros ejemplos en Hollywood de grandes actores y actrices y directores de ideología trumpista. Y sobre todo podría haber aprovechado el escándalo para alzar la voz contra la hipocresía y el sectarismo de esa izquierda que pretende que una mujer trans, por el hecho de ser una mujer trans, debe forzosamente defender una ideología de extrema izquierda. ¿Por que no puede haber trans fachas, si hay trans comunistas?

Mira, la triste peripecia de Karla Sofía Gascón debería ofrecernos una oportunidad para repensar qué le estamos haciendo al cerebro y a la dignidad de los actores y del público. Debería servirnos para cuestionar la estúpida y asfixiante ideología woke que pretende reducir al ser humano, con toda su riqueza y su complejidad, a un color de piel, a una clase social o a una orientación sexual. Por fortuna los hombres y las mujeres somos mucho más caóticos, contradictorios y libres de lo que les gustaría a todos esos clérigos laicos que pretenden clasificarnos como a animales. Para luego poder encerrarnos, claro, en su lucrativo establo".

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