Pilar G. Muñiz: "Al espacio se han lanzado naves más fáciles de montar que muchos juguetes"

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Bienvenido a Mediodía COPE en este día en el que el sonido de la mañana ha sido el de abrir los regalos de los Reyes. Es el sonido de la alegría, de la ilusión. Me encanta la imagen que vemos siempre de los niños en este día de Reyes, con el pijama puesto porque directamente de la cama se tiran al salón a ver qué encuentran debajo del árbol. Y sus caras de felicidad cuando después de romper en mil pedazos el papel de regalo descubren que sí, que como se han portado tan bien, pues los Reyes les han traído ese juguete que habían pedido y que tanta ilusión les hacía.

Muchos han pasado la noche hechos un manojo de nervios, contando las horas que faltaban para el amanecer. Impacientes en esa cuenta atrás en la que va creciendo el deseo y la curiosidad por saber si Melchor, Gaspar y Baltasar han pasado ya por casa. Y fíjate lo que cuesta que se despierten a diario para ir al cole, que te tienes que pegar a veces con ellos. Y oye, el día de Reyes se levantan sin despertador y sin necesidad de que nadie les llame.

Es un día que nos recuerda que, a pesar de todo, la inocencia sigue siendo un valor sagrado. Algo que nos reconforta y que de alguna manera nos reconcilia también con nuestra naturaleza humana, que tantas veces por desgracia da muestras de justo lo contrario.

Son las segundas Navidades en pandemia, el tercer año ya con el dichoso Covid entre nosotros y los niños se merecen alegrías como las de hoy porque han sufrido mucho. Un informe reciente de Save The Children afirma que el 4% de los niños entre 4 y 14 años presenta algún tipo de trastorno mental en este tiempo de pandemia, mientras que casi el 7% lo tiene de conducta cuando antes del coronavirus estos porcentajes eran del 1,1% y el 2,5%, respectivamente.

Hoy para los niños es un día de juegos en casa y de salir a la calle a estrenar ese balón o esos patines que les han traído los Reyes. Y es un día de paciencia para los padres, porque lo de algunos juguetes no es nada fácil, tiene su ciencia. Primero desembálalo, que algunos vienen más apretados que los tornillos de un submarino.

Y luego, cuando ya has conseguido deshacer todos los alambritos, ponte tú a armarlo. Cuando, por fin, después de tres horas de esfuerzo, de sacar todas las herramientas que tienes por casa, de poner y quitar piezas, probarlas del derecho y del revés, de ver 1.500 tutoriales en Internet, bueno, pues, por fin, cuando todo parece que está bien, descubres que las pilas que necesitas son justo las que no tienes en casa.

Pues papás, mamás: no os desesperéis, que esto ocurre hasta en las mejores familias. Pero que nadie ni nada, ni la falta de pilas o el montaje de un juguete imposible, nos quite la ilusión de uno de los días más mágicos del año.