Pilar G. Muñiz: "La crisis de Ceuta abrió un peligroso camino: usar la migración como arma política"

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Seis meses han pasado ya de uno de los mayores pulsos que Marruecos ha echado a nuestro país y que puso a Ceuta, como reconoció entonces el presidente de la Ciudad Autónoma, al borde del abismo. Seis meses de la entrada ilegal de 12 mil marroquíes a nuestro país alentada por Marruecos. Era la repuesta que daba Rabat después de que nuestro gobierno acogiera al líder del Frente Polisario, Brahim Gali, en un hospital de Logroño.

Una entrada muy polémica, que se produjo con una identidad falsa, y que ha provocado que la exministra de exteriores, Arancha González Laya, esté investigada en la causa que se abrió sobre este asunto. Era el lunes 17 de mayo, un lunes normal en el que nadie en Ceuta podía imaginar lo que iba a pasar en las 48 horas siguientes.

Las primeras entradas se produjeron por el espigón fronterizo de Benzú donde decenas de personas trataban de acceder a nado a la ciudad ante la pasividad de las fuerzas de seguridad marroquíes. Pero lo verdaderamente gordo se produjo unas horas después en la playa del Tarajal, por donde miles de marroquíes accedieron a la ciudad autónoma que se vió completamente desbordada.

Fue una situación muy crítica, de muchísima tensión, porque había familias enteras, con sus hijos pequeños, metidas en el mar poniendo en riesgo sus vidas. Tuvo que intervenir el Ejército, Policía, Guardia Civil... Acuérdate de esa foto que dio la vuelta al mundo, de un agente llevando en volandas a un bebé al que acababa de rescatar en el agua.

Dos personas perdieron la vida, un adulto y un menor, cuando intentaban alcanzar la costa. Miles de marroquíes fueron devueltos en los días siguientes, otros regresaron a Marruecos voluntariamente, unos 2500 pidieron asilo. Pero a día de hoy todavía quedan unas 1200 personas allí de ellas, algo más de 400 son menores que están en los recursos de emergencia y cerca de 100 chavales están deambulando por las calles.

Son ellos los que más preocupan como nos ha contado Neus Arnal, de la ONG Shave the Children que colabora con el gobierno autonómico. Pues se cumplen seis meses de una crisis sin precedentes que puso en jaque no solo nuestra frontera sur sino también la de Europa y que abría un camino muy peligroso. El de utilizar la migración como arma política. Algo que precisamente estamos viendo ahora también en la frontera de Polonia y Bielorrusia.

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