La inesperada ayuda que tuvo un estudiante madrileño en Masanasa con las víctimas por la DANA: "Estaban allí"

Mateo le cuenta a Carlos Moreno 'El Pulpo' su experiencia en las tareas de limpieza tras las inundaciones en Valencia junto a un grupo de compañeros de la universidad de Madrid

Cuatro voluntarios en labores de limpieza de las calles de Masanasa, Valencia
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Poniendo las Calles

Carlos Moreno 'El Pulpo' entrevista a Mateo, un estudiante madrileño voluntario en las tareas de limpieza tras la DANA que asoló Valencia

José Manuel Nieto

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En la madrugada de un programa especial de Poniendo las Calles, Mateo, un estudiante madrileño, relató su experiencia como voluntario en Masanasa, una localidad de Valencia severamente afectada por la DANA. Con solo 20 años, Mateo se unió a un grupo de compañeros universitarios y, después de enterarse por redes sociales de la necesidad urgente de mano de obra, decidió viajar a la zona para ayudar.

Su llegada a Valencia fue una semana y media después de la tragedia, un periodo en el que ya se estaban organizando grupos de voluntarios. La información sobre qué llevar y cómo colaborar la obtuvieron principalmente a través de grupos de WhatsApp y Telegram organizados por otros voluntarios y residentes locales. 

Al llegar, los accesos a las zonas más afectadas estaban restringidos, pero Mateo y su grupo encontraron una alternativa y aparcaron en un polígono industrial a unos 45 minutos a pie del centro de Masanassa.

Voluntarios barren el lodo de una calle de Masanasa

EFE

Voluntarios barren el lodo de una calle de Masanasa

Allí, en un garaje inundado de barro, Mateo y su grupo se unieron a un joven llamado Antonio, quien les indicó cómo comenzar a trabajar. Con palas y cubos, formaron una cadena humana para sacar el barro acumulado. Mientras lo hacían, veían que las excavadoras pasaban cada media hora para vaciar los escombros en camiones.

un estudiante madrileño en Masanasa

Aunque el trabajo era arduo y la situación parecía abrumadora, la presencia de voluntarios traía algo de consuelo a los vecinos, quienes a pesar de la dureza de la situación, agradecían la compañía y la ayuda.

Al final de cada jornada, el cansancio se hacía notar, pero la sensación de que aún quedaba mucho por hacer era palpable. En su camino de regreso al alojamiento, Mateo y sus compañeros se encontraron con empleados de un ObraMat, una empresa del polígono industrial, quienes ofrecieron su ayuda limpiando a los voluntarios con máquinas de lavado a presión. Este gesto, sumado a las contribuciones de bares locales que proporcionaban refrescos a los voluntarios, ilustraba la solidaridad generalizada que se vivía en la comunidad.

La experiencia dejó una profunda impresión en Mateo, quien destacó cómo la juventud se había volcado con fuerza en la tarea de ayudar, una fuerza solidaria que contrasta con las críticas que a menudo se hacen a las generaciones más jóvenes. Aunque las calles seguían llenas de barro y escombros, Mateo subrayó la esperanza que se respiraba en el aire: todos estaban dispuestos a ayudar con lo que podían.

Voluntarios pasan ante los escombros acumulados a los lados de una calle de Masanasa

EFE

Voluntarios pasan ante los escombros acumulados a los lados de una calle de Masanasa

Este tipo de relatos, como el de Mateo, muestran el lado más humano y solidario de una sociedad que, ante la adversidad, se une para ofrecer su ayuda desinteresada, dejando claro que la verdadera solidaridad no tiene límites y puede surgir de cualquier rincón, incluso en medio de una catástrofe.

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