Una estudiante de Madrid alucina cuando llega a clase y ve a una de sus compañeras: "Casi nadie lo sabía"

Maria Rosa vino desde Panamá hace casi 20 años y, desde que llegó, ha trabajado limpiando casas y lavando platos en restaurantes, hasta que sintió que necesitaba un poquito más

Estudiantes en una clase

José Manuel NietoRedacción Poniendo Las Calles

Publicado el - Actualizado

4 min lectura

La verdad es que nunca es demasiado tarde para cumplir tus sueños. Esta es una frase que todos hemos escuchado muchas veces. Hay historias que demuestran que es una gran verdad y que, efectivamente, nunca es tarde. Por ejemplo, María Rosa tiene 44 años y ha sido compañera de instituto de su hija Alejandra. Es verdad que las dos acaban de graduarse, mientras trabajan en el mismo restaurante. Ella vino desde Panamá hace casi 20 años y, desde que llegó, ha trabajado limpiando casas y lavando platos en restaurantes. Pero hace unos cuantos años sintió que necesitaba un poquito más.

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Una estudiante alucina cuando llega a clase y ve a una de sus compañeras: Casi nadie lo sabía

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Lo que hizo fue consultar con sus hijos y estos le animaron a sacarse el título de secundaria. Alejandra y Julián son los que le apoyaron en todo momento y eso, pues incluía que los dos tuvieran que empezar a trabajar para colaborar en casa. María Rosa aprobó la ESO en una escuela de adultos, recuperó la confianza y se dio cuenta de que le gustaban las matemáticas, que se le estaban dando bien y se apuntó a un Grado Medio de Formación Profesional en Administración y Finanzas. Pues no sabía que su hija Alejandra se había inscrito en un grado superior de FP en el mismo centro.

Su primera reacción

"Fue una casualidad, no sabíamos que habíamos colocado el mismo instituto como primera opción y cuando le dije que tenía plaza y ella me comentó lo mismo, su primera reacción fue riéndose y diciendo: no me copies", explica María Rosa. Casi nadie sabía que eran madre e hija. Compartían aulas, calculadoras, estaban en clases distintas, pero tenían los mismos profesores, se veían en el recreo, en la biblioteca y a todo esto también trabajaban juntas en el mismo restaurante durante toda la noche. Se levantaban a las 7 de la mañana y terminaban de trabajar sobre las 2 de la madrugada.

Muchos de sus compañeros de clase abandonaron los primeros meses porque también estaban trabajando a la vez y no podían aguantar el ritmo. Alejandra nos ha contado en COPE que fue muy duro compaginarlo, pero que al final se convirtieron las dos en un auténtico equipo: "¿Por qué tengo que estar trabajando? ¿Por qué tengo que estar haciendo esto? ¿Por qué tengo que estarme esforzando más que los demás para conseguir lo mismo? Era muy frustrante, lo de no puedo dormir porque estoy en esto y muchas veces entraba en ese bucle y me replanteaba el dejarlo, para las dos fue un año muy duro".

El Erasmus

Alejandra insiste en que, aunque parezca que estudiar con tu madre pueda parecer algo incómodo, la realidad es que ha sido una experiencia muy bonita: "Una vez que yo me sentía mal porque suspendía o porque me esforzaba mucho del trabajo y demás en vez de estar con mis compañeros o lo que sea, pues me iba a la cafetería, estaba con ella, hablaba, me ayudaba con los profesores, con todo". Antes de graduarse, tenían que hacer las prácticas y podían hacerlas en el extranjero con una beca Erasmus, pero una de las dos debía quedarse en España porque trabajaban en el mismo restaurante.

Estudiantes en una clase

Al final, Alejandra le cedió el puesto a su madre: "Estaba ahorrando, yo estaba organizando todo para poder ir y, justamente, en el último momento, preferí que se fuera ella. Yo le dije: Yo soy joven, yo puedo viajar, yo puedo practicar mi inglés en otro lado, yo tengo más oportunidades que tú, aprovecha tú esta que tienes". Alejandra hizo sus prácticas como administrativas en un gabinete de psicólogos en Madrid y María Rosa, pues se fue en marzo a Terranova, un pueblecito al sur de Italia. Allí fue donde pasó tres meses trabajando en el departamento de recursos humanos de una organización.

Alejandra presume de lo orgullosa que se siente de su madre, de María Rosa, que también ella ha sido la que nos ha contado, que la lección más valiosa que he aprendido, más allá de las clases de inglés o de las matemáticas, ha sido que hay que ser valientes y que con esfuerzo, pues todo se puede conseguir, que muchas veces las personas tenemos miedo de enfrentarnos a cosas, pero es eso, miedo, porque la realidad es muy bonita. La madre estudia ahora el grado superior que hizo su hija y ella está cursando un máster en recursos humanos. Las dos siguen trabajando en el restaurante.

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