OPINIÓN

Urdiales, el llanto más torero

Diego Urdiales se emociona y sublima el toreo en una tarde histórica en la plaza de toros de Las Ventas

Diego Urdiales durante su triunfal tarde en la Feria de Otoño en Las Ventas

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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La lágrima en el toreo tiene un doble sabor tan crudo y tan real. La lágrima torera es esa que brota del alma cuando en la plaza surge la emoción y el toreo puro. La lágrima taurina es aquella que nos recuerda que aquí se muere de verdad.

Creo que hasta al señor Magan Alonso desde el palco se le saltó alguna lágrima. Cuando leemos crónicas teatrales o de ópera y vemos cómo la gente llora de emoción sentimos cierta curiosidad por qué pasa allí. En el mundo del toro estábamos últimamente acostumbrado más al llanto trágico que al emocional. Y esa curiosidad curiosa que, en los últimos años, la lágrima torera solo se ha caído con faenas de Diego Urdiales.

Merecía haber nacido en Triana, dijo un día Curro Romero. Igual Triana es la que llora porque Diego Urdiales viera la luz hace 43 años en Arnedo. Ese toreo tan caro no tiene aromas nórdicos. Tiene ese elixir y ese garbo andaluz y esa pureza y clasicismo de la escuela castellana. Ni el propio torero sabe cómo ha mantenido la ilusión en una carrera tan repleta de trabas. En 20 años de pureza.

La hazaña de Urdiales tiene ese tinte épico que le da no solo el toreo sino las cifras. Oreja con dos avisos y dos orejas con dos vueltas al ruedo. Esta reseña echaría a reír a cualquier aficionado exigente de Las Ventas, pensaría que se trata de algún gache. Conseguir eso en Madrid lleva el nombre y las muñecas de Urdiales. Hasta el más ferviente defensor de la exigencia en Madrid se bajó a la barrera a lanzarle su chaqueta.

Puso de acuerdo a todos. Hizo llorar a todos. Su mano derecha nos enseñó a apreciar el empaque entremezclado con el arrojo. Con la zurda, Urdiales dio una lección de profundidad y mano baja. La auténtica tauromaquia eterna. La que pondría en pie a las plazas de los pueblos del siglo XIX y la que se encumbró en Las Ventas con un gran Hurón de Fuente Ymbro.

La lágrima del héroe tras reventar con la tizona al toro dio a entender la magnitud de la gesta. Con él, su apoderado, picador, padre, hijo y Espíritu Santo. El toreo es un arte que hace feliz. Saca sonrisas de un pozo de miedo. Diego Urdiales inundó Las Ventas de llanto torero y bombeó con su torería la mejor faena de la década en la gran ópera del toreo.

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