El paradero de Cristina es un misterio tras su desaparición: “La familia está muerta en vida”

El 9 de marzo de 1997 fue vista por última vez con vida en Cornellà

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El 9 de marzo de 1997 fue la última vez que se supo del paradero de Cristina, que por aquel entonces tenía 16 años. Más de dos décadas después, su madre, Luisa, espera que su hija aparezca. Es consciente de que es tarea casi imposible. Aquel día, se desplazó hasta la casa de su novio, diez años mayor que ella. El motivo de la cita era precisamente para poner fin a la relación.

Aquella noche, Cristina no durmió en casa de sus padres, en Cornellà. De complexión delgada, 1,60 de estatura, pelo largo de color castaño, ojos marrones y una peca en la frente. Fue la descripción que en aquel momento dieron sus padres. La investigación por su búsqueda sigue hoy abierta. Luisa afirma que, mientras, sobreviven como pueden: “Vamos tirando, porque hay que seguir adelante. No lo tomo con filosofía porque el tiempo va en nuestra contra, pero no tienes otro remedio. El día a día es muy difícil. No sabes hacia donde ir, a qué puerta llamar. Quieres saber lo que ha ocurrido, pero nadie lo sabe.”

En este tiempo, las pistas han sido escasas. Tan solo una misiva anónima enviada a los padres de Cristina en el que decía: "Busquen a Cristina en Gavà, en la riera de Sant Climent y Laguna del Remolar, que hay entre los cámpings antiguos, el Toro Bravo y el Tres Estrellas. De esta manera se acabará este dolor que llevan durante todo este tiempo.” La búsqueda resultó ser un fracaso. Tampoco se descubrió al autor de la carta, pese a las investigaciones.

En cualquier caso, las pistas reforzaron lo que ya sospechaba la familia desde un primer momento: que la desaparición no fue voluntaria: “Desde el primer momento lo teníamos claro, sabíamos que algo había pasado. Cuando no llegaba a casa puntual, siempre llamaba para comentarnos que se retrasaría o donde estaba, y aquel día no fue así. Lo que no pensábamos es que se fuera a alargar tanto en el tiempo.”

Y es que Cristina, como apunta su madre, era una chica feliz: “Siempre estaba contenta, era alegre, en la flor de la vida con 16 años. Quería ser azafata. Nunca la vi triste.” La causa sigue abierta. La única presión es la incertidumbre con la que vive la familia, ya que al no haber cadáver ni sospechoso de su desaparición, no existe el riesgo de que la responsabilidad penal del responsable prescriba.

El primer sospechoso fue la pareja de Cristina, Javier, al ser la última persona que la vio. Pero Luisa, 22 años después, también duda: “Ya no sé qué pensar. La policía investigó pero los medios de hoy son mejores. Yo nunca tuve relación con su novio. Fui a su casa para comentarle que mi hija no había ido a casa. Él me contestó que la había dejado en la carretera de L'Espluga, y ahí terminó la relación. Desde que desapareció, cada año convocamos manifestaciones y diferentes actos pero él nunca ha participado. A partir de ahí no sé más.”

Pese a que Luisa apenas conocía a su novio, sus amigos remarcaron el carácter violento de la pareja o que la intención de Cristina era romper con él: “Sabemos esto por lo que testificaron los amigos, pero a ciencia cierta tampoco puedo decir que fuera así. Tampoco conocía al novio y no puedo opinar de eso.”

Luisa tiene otro hijo y dos nietos: “Estamos más unidos desde entonces, porque a todos nos afecta. No tenemos humor, no sabemos qué hacer. Morimos en vida, no se puede explicar. Yo desde el primer día pensé que había pasado algo y nada bueno. He perdido la esperanza, pero a veces pienso que mientras no sepa nada, hay que seguir hacia adelante. Hay muchos cadáveres que están sin identificar. Los gobiernos deben trabajar en eso.” Lo que pide la familia es que se ponga fin a la incertidumbre, sea cual sea la realidad de lo sucedido: “No saber es lo que te quema.”

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