¿Cómo puede emerger un mensaje de diálogo y misericordia en un mundo de trincheras y polarizado?

En la nueva entrega de 'Siempre aprendiendo', el periodista y sacerdote Josetxo Vera analiza este mundo de confrontación permanente que tanto castiga a la cultura del encuentro

Josetxo Vera

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Nuestra sociedad se maneja actualmente entre guerras y trincheras. Todos hemos visto en las películas las guerras de trincheras en las que todos morían. En el podcast del periodista y sacerdote ‘Siempre aprendiendo’ analizamos la polarización que prolifera en nuestro mundo.

Los tiempos de guerra son malos para la cultura. La primera víctima de una guerra es la verdad y la cultura.

¿Qué significa estar en malos tiempos para la cultura?

La cultura es un modo de ser y de hacer que marca a una sociedad, a una persona, a una empresa. Hay personas que tienen una cultura muy agradable, que transmite confianza y seguridad. Pero hay personas que, por su modo de hacer, transmiten oscuridad, miedo y pesimismo. Hay instituciones o empresas con gran cultura institucional. Son lugares donde te sientes bien tratado, bien acogido.

¿Y por qué son malos tiempos para la cultura?

Porque piden para casi todo un sí o un no, un blanco o un negro. No se aceptan los matices, ni los diálogos, ni las reflexiones profundas que sean de más de 280 caracteres. Pero la experiencia nos dice que la realidad es compleja, llena de matices.

Es un tiempo donde abundan los juicios señalados por una opinión, a veces torticera. Son personas condenadas por hacer algo. No se tolera que una persona que ha cumplido pena de cárcel salga a la calle. Siempre se le recuerda el crimen.

¿Puede un mafioso ser un buen padre o siempre es un maltratador? Es posible decir que se da el caso que un mafioso pueda ser un buen padre. Hay matices. Las personas tienen matices.

Las personas o instituciones hoy en día son condenadas o aplaudidas por algunos de sus rasgos o decisiones y posturas sin matices. Para la cultura de la Iglesia son muy malos tiempos, porque su modo de hacer y de ser es una llamada al encuentro y al diálogo. Hoy no se puede hablar de misericordia o de perdón. Usar esa palabra implica ser condenado.

Si hablas de diálogo acabas siendo condenado, pese a ser lo que nos diferencia de los animales. Es una guerra de trincheras lo que prima en la sociedad y que afecta a la vida de la Iglesia. Las trincheras en la vida social, política y eclesial están presentes. Esta descripción que es real se ve en las ideologías y en los medios de comunicación, y que infecta a la gente de la calle.

¿Qué podemos hacer?

Nuestra forma de hacer no se puede cambiar, porque brota del Evangelio, y siempre creeremos en el diálogo y en la misericordia. Es imprescindible. Este mundo que ha creado la ideología y la política, en realidad es un mundo falso. La realidad tiene matices y es compleja.

Hay gente o instituciones que piensan que todo lo hacen bien y el resto lo hace mal. Pero el Evangelio dice que en cada barrio crece el trigo y la cizaña y quien lo niegue miente. Este es el modo de ser de la Iglesia.

La Iglesia reconocerá que tiene dentro trigo y cizaña, y defenderá que no hay personas purísimas que piensan que son muy buenos y el resto de la humanidad malos. También se da dentro de la Iglesia. No hay personas absolutamente malas. Todos tienen cosas positivas.

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