REGINA COELI DEL DOMINGO, 14 DE MAYO DE 2017

Francisco evoca su viaje a Fátima y pide nuevamente por la paz

Tras su vuelta de este sábado de Fátima para conmemorar el centenario de las apariciones de la Virgen a los tres pastorcillos, dos de los cuales -Jacinta y Francisco- canonizó, el Papa Francisco ha salido fiel a su cita de cada domingo, a rezar el Regina Coeli en la Plaza de San Pedro

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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 El Papa Francisco reclamó este viernes a las instituciones una "atención concreta" hacia "la vida y la maternidad", en una jornada en el que en Italia y en otros países del mundo se conmemora el Día de la Madre.

"El futuro de nuestras sociedades requiere por parte de todos, especialmente de las instituciones, una atención concreta a la vida y a la maternidad", señaló desde el Palacio Apostólico tras el rezo del Regina Coeli, que sustituye al Ángelus en tiempo pascual.

El Pontífice reconoció que este llamamiento es "particularmente significativo" cuando en Italia y en otros países del mundo, como Estados Unidos y varios de Latinoamérica, se celebra la fiesta del Día de la Madre.

"Recordemos con gratitud y afecto a todas las madres, también a las que están en el cielo", instó el pontífice, que animó a los fieles que le escuchaban desde la plaza de San Pedro a permanecer unos instantes en silencio rezando cada uno por la suya propia.  

LEE EL DISCURSO ÍNTEGRO DEL PAPA FRANCISCO

"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Ayer por la noche regresé de la peregrinación a Fátima: ¡saludemos a la Virgen de Fátima! Y nuestra oración mariana de hoy adquiere un significado particular lleno de memoria y de profecía para quien mira la historia con los ojos de la fe. En Fátima me sumí en la oración del santo Pueblo fiel, oración que allí fluye desde hace cien años como un río, para implorar la protección maternal de María sobre el mundo entero. Doy gracias al Señor que me ha concedido ir a los pies de la Virgen Madre como peregrino de esperanza y de paz. Y agradezco de corazón a los Obispos, al Obispo de Leiría en Fátima,  a las Autoridades del Estado, el Presidente de la República, y a todos aquellos que han ofrecido su colaboración.

Desde el inicio, cuando en la Capilla de las Apariciones permanecí por largo tiempo en silencio, acompañado por el silencio orante de todos los peregrinos, se creó un clima de recogimiento y contemplativo, en el cual se desarrollaron los varios momentos de oración. Y al centro de todo estuvo y está el Señor Resucitado, presente en medio a su Pueblo en la Palabra y en la Eucaristía. Presente en medio a los tantos enfermos, que son protagonistas de la vida litúrgica y pastoral de Fátima, como de cada santuario mariano.

En Fátima la Virgen eligió el corazón inocente y la sencillez de los pequeños Francisco, Jacinta y Lucía, como depositarios de su mensaje. Estos niños lo acogieron dignamente, tanto que fueron reconocidos como testigos confiables de las apariciones, transformándose en modelos de vida cristiana. Con la canonización de Francisco y Jacinta, quise proponer a toda la Iglesia su ejemplo de adhesión a Cristo y el testimonio evangélico. Y también quise proponer a toda la Iglesia que cuide a los niños. Su santidad no es consecuencia de las apariciones sino de la fidelidad y del ardor con el cual ellos correspondieron al privilegio recibido de poder ver a la Virgen María. Después del encuentro con la “bella Señora” – así la llamaban – ellos recitaban frecuentemente el Rosario, hacían penitencia y ofrecían sacrificios para obtener el final de la guerra y por las almas más necesitadas de la divina misericordia.

También hoy hay tanta necesidad de oración y de penitencia para implorar la gracia de la conversión, para implorar el final de tantas guerras que están por todas partes en el mundo y que se extienden cada vez más, como también el final de los absurdos conflictos: grandes y familiares, pequeños que desfiguran el rostro de la humanidad.

Dejémonos guiar por la luz que viene de Fátima. Que el Corazón Inmaculado de María sea siempre nuestro refugio, nuestra consolación y el camino que nos conduce a Cristo.

Queridos hermanos y hermanas,

Confío a María, Reina de la paz, el destino de las poblaciones afligidas por guerras y conflictos, en particular en Oriente Medio. Tantas personas inocentes están duramente afectadas, ya sea cristianas que musulmanas, como así también pertenecientes a minorías como los yazidíes, los cuales sufren trágicas violencias y discriminaciones. A mi solidaridad se acompaña el recuerdo en la oración, mientras agradezco a cuantos se empeñan en subvenir a las necesidades humanitarias. Aliento a las diversas comunidades a recorrer el camino del diálogo y de la amistad social para construir un futuro de respeto, de seguridad y de paz, lejos de todo tipo de guerra.

Ayer en Dublín fue proclamado Beato el sacerdote jesuita John Sullivan.

Vivido en Irlanda entre el ochocientos y el novecientos, él dedicó la vida a la enseñanza y a la formación espiritual de los jóvenes, y era tan amado y buscado como un padre por los pobres y por los sufrientes. Demos gracias a Dios por su testimonio.

Saludo a todos ustedes, fieles de Roma y peregrinos de Italia y de varios países. En particular los fieles de Ivrea, Salerno, Valmontone y Rimini; los alumnos de Potenza y de Mozzo (Bergamo). Saludo a los participantes a la iniciativa denominada “Cochecitos vacíos” y al grupo de las mamás de Bordighera: el futuro de nuestras sociedades requiere de parte de todos, especialmente de las instituciones, una atención concreta a la vida y a la maternidad. Y este llamamiento es particularmente significativo hoy mientras se celebra, en tantos países, el Día de la madre. Recordemos con gratitud y afecto a todas las mamás, incluso a nuestras mamás en el Cielo, confiándolas a María, la mamá de Jesús. Y ahora les hago una propuesta: permanezcamos algunos instantes en silencia, cada uno rezando por la propia mamá.

A todos les deseo un feliz domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!".

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