Los integrantes de la Legión de María celebran el centenario de la fundación de la congregación
La asociación halla su origen en el año 1921, cuando el joven Frank Duff organizó un encuentro con otros fieles para comenzar una vida de servicio a Dios y al prójimo como laicos
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La Legión de María, congregación de laicos presente en 168 países y con 10 millones de laicos miembros, cumplió el pasado 7 de septiembre 100 años desde su fundación. En Madrid se celebró una Eucaristía presidida por el cardenal Carlos Osoro, arzobispode Madrid. Se trata de uno de los mayores movimientos católicos del mundo, siendo reconocida como Asociación Internacional de Fieles.
La congregación encuentra su origen en el año 1921, cuando el joven Frank Duff organizó un encuentro con otros fieles para comenzar una vida de oración y servicio a Dios y al prójimo dentro de su estado laical.
La devoción a la Virgen no viene solo por el nombre de la asociación. Uno de los libros principales en los que la Legión de María encuentra su base es 'La verdadera devoción a María', de San Luis María Gringnon de Montfort. Su formación espiritual y su gran devoción a la Virgen impulsaron al fundador desde el principio para entregarse a los demás, siendo el contexto de Irlanda muy desfavorable. La pobreza y el hambre eran fenómenos que abundaban en el país isleño, dando lugar a una gradual pérdida de la fe entre la población.
La forma de vida de la Legión de María
Con el paso del tiempo, la Legión de María llegó más allá de las fronteras de la isla, llegando a América del Sur y África. También llegó a Asia, donde tuvo una fuerte expansión en países como Corea del Sur e Islas Filipinas.
Los integrantes de la Legión de María basan su vida en la oración y el servicio al prójimo. Este apostolado es muy variado, desde la formación de jóvenes y catequesis hasta la evangelización en lugares donde se producen situaciones de prostitución o tráfico de drogas.
La congregación se encuentra repartida por toda España, donde realiza sus diferentes apostolados y lleva la Palabra de Dios a través de sus actos de ayuda al prójimo, en los lugares donde son más necesarios.