El Papa Francisco pide oponerse a la cultura de la indiferencia: "Es un deber ayudar a los pobres"
En una carta a la Pontifica Academia de las Ciencias Sociales, el Santo Padre se ha referido a las bienaventuranzas como la "llave de la felicidad" de cualquier persona
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En el marco de la celebración del encuentro 'Cáritas, la amistad social y el fin de la pobreza. Ciencias y ética de la felicidad', organizado por la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales, el Papa Francisco ha enviado un mensaje cuyo centro ha sido la primera bienaventuranza -"Bienaventurados los pobres de espítiru, porque de ellos es el reino de los cielos" (Mt 5, 3)-, sobre la que se enfocará el encuentro.
En su mensaje, el Santo Padre se hizo eco de las palabras de san Agustín, que explica que "'toda la perfección de nuestra vida está contenido en el sermón de la montaña', y lo demuestra por el hecho de que Jesucristo incluye en ellas el fin al que nos conduce, es decir, la promesa de la felicidad. Ser feliz es aquello que más anhela el ser humano", declaraba Francisco. Además, explicó que "el Señor promete la felicidad a los que quieran vivir según su estilo y ser reconocidos como bienaventurados".
En este sentido, el Papa afirmó que "hoy nos topamos con un paradigma imperante, muy difundido por el 'pensamiento único', que confunde la utilidad con la felicidad, pasarla bien con vivir bien y pretende volverse el único criterio válido de discernimiento. Una forma sutil de colonialismo ideológico".
Como alternativa a esto, el Sucesor de Pedro explicó que "el espíritu de pobreza es aquel punto de inflexión que nos abre el camino hacia la felicidad mediante un giro completo", aunque lamentó que las bienaventuranzas, especialmente la primera, "siendo la llave de la felicidad para todos, no todos quieren escucharla".
La pobreza de espíritu como el mayor exponente de la misericordia
Por otra parte, el Santo Padre explicó la diferencia entre la pobreza de espíritu y la material. En referencia a esto, Francisco explicó que las situaciones de pobreza como verse privado de lo necesario para vivir "son condiciones criminales que en estricta justicia deben ser denunciadas y combatidas sin tregua. Todos, según su responsabilidad, y en particular los gobiernos, las empresas multinacionales y nacionales, la sociedad civil y las comunidades religiosas, deben hacerlo. Son las peores degradaciones de la dignidad humana y, para un cristiano, las heridas abiertas del cuerpo de Cristo que grita desde su cruz: Tengo sed".
En cambio, explicó que la pobreza de espíritu se refiere a aquellas personas "que socorren al enfermo y al pobre con alimentos, salud, refugio, vestimentas y otras necesidades básicas. Es un deber, por tanto, ayudar a los pobres, pues para Jesús, escribe el Papa, todos serán medidos según lo que hayan hecho para ayudar a sus hermanos necesitados".
En lo referente a estos últimos, citó como mayores ejemplos a san Francisco de Asís y santa Teresa de Calcuta, aunque también llamó a fijarse en los mismos necesitados, ya que muchas personas "han recibido gracias de los pobres, porque en cada hermano y hermana en dificultad abrazamos la carne de Cristo sufriente".