El vértigo de los días

El vértigo de los días

Agencia SIC

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Mons. Antonio Algora Sí, el vértigo de los días hace que lleguemos a este último domingo de Enero que se habrá hecho largo para los que andan con muchas dificultades económicas a causa del paro. La vida sigue para la Iglesia persiguiendo los grandes objetivos de su Misión evangelizadora y, aunque parece que flota sobre la cruda realidad que vive nuestra sociedad, no es cierto. En efecto, si se plantean las Jornadas Mundiales de esta semana: La Infancia Misionera y la de la Vida Consagrada más o menos superficialmente, como fines en sí mismos, nuestra vida cristiana parecerá bien lejos de la realidad. Pero, si penetramos en el sentido de cada una de estas dos celebraciones, nos podemos llevar la sorpresa de que están inmersas en la actualidad más rabiosa.

"Con los niños de Europa acogemos a todos como Jesús". Así reza el lema de la Jornada de la Infancia Misionera. Ojala supiéramos aceptar los mayores a los que tienen otro color de la piel o son de lejos, como he visto en estos días de Visita Pastoral, como lo hacen los pequeños: comparten vida, amistad y juegos y, hasta cuando se pegan, lo hacen de igual a igual. Salvo las excepciones que marcan algunos padres y profesores -personas mayores-, en asuntos tan delicados como la formación religiosa -los pequeños- no tienen mayor inconveniente en escuchar y participar en oraciones, cantos y expresiones plásticas, por ejemplo, en los belenes, con absoluta normalidad.

Pero ¿qué podemos decir de la Vida Consagrada.? ¿acaso las monjas no viven en otro mundo?. Pues a lo mejor resolvíamos la crisis con sus formas y maneras de ser y de vivir. Lo digo por este orden pues la Vida Consagrada en la Iglesia aporta, fundamentalmente, su SER. Ser en Jesucristo significa que, como Nuestro Señor, la persona consagrada no busca ser más que los demás y su entrega es realizada con un corazón limpio empleando la libertad para obedecer y hacer lo que hay que hacer y no el propio capricho. Humildad-pobreza, castidad y obediencia hace de estas personas sujetos dispuestos a mirar más al bien común desde su propia dignidad que el suyo propio y sin pasar facturas, gratuitamente.

Hay un rechazo generalizado a que los hijos se sientan llamados a seguir a Jesucristo en la Vida Consagrada por esta forma de vivir. ¿Los padres y abuelos que piensan en la vocación religiosa como en una desgracia para sus hijos y nietos son más felices y están más plenamente realizados que las monjas y frailes de su edad? ¿Tienen garantizada la compañía? ¿No se ven solos y aun aislados? ¿De verdad, alguien se puede creer que, por seguir una vocación a la vida consagrada, se pierde al hijo o a la nieta? El "mentís" que vemos a diario nos ofrecen los religiosos y consagradas demuestran, a quien los conoce, que son personas abiertas a la realidad que las rodea y bastante más rentables familiar y socialmente. Su capacidad de amar hace lograr en sus vidas una fecundidad grande por su proyección social.

Si nos fijamos en el HACER, lo que hacen es servir ya sea desde la vida en común y en la oración y el trabajo de la vida de clausura, ya sea en los campos siempre nada fáciles de la enseñanza, la sanidad, los enfermos, los ancianos, en casas y barrios pobres buscando presencias donde la gente en general corremos el peligro de salir huyendo o mirando para otro lado.

Infancia Misionera este domingo y Vida Consagrada el día 2 de febrero, la popular Virgen de la Candelaria, son dos Jornadas Mundiales que hay que celebrar en estos tiempos de especial dificultad. Una Infancia abierta al Amor de Dios, que alberga en su corazón al mundo global mirándolo fraternalmente, y una Vida Consagrada que sabe buscar la humildad de los pequeños para servir también a todos la vida misma de Jesucristo, pobre y humilde. Nos hacen falta. Recemos por ellos.

Vuestro obispo,

+ Antonio Algora

Obispo de Ciudad Real