Carta del arzobispo de Madrid: «Evangelizar: una vocación propia de la Iglesia»
Esta semana el cardenal Carlos Osoro propone dedicar los días de descanso a pensar en cómo asumir el compromiso de la evangelización desde la situación concreta de cada uno
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Aprovecha estas vacaciones para pensar en cómo has de asumir el compromiso que tienes como miembro de la Iglesia de evangelizar, personalmente, como familia cristiana, vocacionalmente… Tengamos la valentía de poner todo lo que somos y tenemos al servicio de entregar el Evangelio, que regala la gran novedad y la vida nueva de Jesucristo. Es una nueva manera de entendernos, de vivir, de construir el presente y el futuro, de relacionarnos los seres humanos, de cuidar la creación. Hoy más que nunca, en esta nueva época, es necesario que escuchemos las palabras que el Señor dirigió a los doce apóstoles en el inicio de la misión: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16, 15).
Las situaciones nuevas que vive la humanidad requieren de nosotros, los discípulos de Cristo, que sintamos en lo más profundo de nuestro corazón el deseo de llevar la Buena Noticia a todos. Hemos de pregonar las excelencias de quien nos sacó de las tinieblas y nos envolvió en su luz admirable. Formular la vida del ser humano desde Cristo trae novedad siempre y más aún cuando, como ocurre ahora, se desdibuja la identidad de las personas, se rompe la fraternidad...
En esta última carta del curso quiero insistiros en la necesidad de que todos los discípulos de Cristo asumamos la tarea de evangelizar, que es medicina para la humanidad. Familias, padres, abuelos, hijos, sacerdotes, miembros de la vida consagrada… todos tenemos que asumirla como una prioridad. En la evangelización encontraremos y daremos la esperanza tan querida y añorada por todos los hombres, una esperanza vivida y comunicada, que proclama la grandeza de Dios y la grandeza del hombre entendido desde la mirada de Dios. La Iglesia es depositaria de la Palabra que salva y comunicadora de la vida de Cristo que engrandece; por mandato del Señor, en cada momento de la historia, debe poner empeño en hacer creíble el mensaje de Jesucristo. A ello estamos llamados los cristianos en estos momentos y en estas circunstancias.
Hay cuestiones que para nosotros tienen una importancia capital. En mis últimas cartas semanales he insistido en esta misión que se nos presenta con una urgencia especial: hay que hacer llegar la Buena Noticia a todos los hombres. Este tiempo necesita que seamos testigos creíbles. Desde el inicio de su pontificado, en la exhortación apostólica Evangelii gaudium, el Papa Francisco nos anima a entrar en una nueva etapa misionera. Hemos de llegar a los demás, en todas las latitudes de la tierra, usando todos los canales.
La evangelización, insisto, es propia de la Iglesia, que asumió esta misión con pasión desde su inicio mismo hace 2.000 años. Recordemos que el apóstol Pablo ya dijo a los corintios: «El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Cor 9, 16). Esta necesidad la sentimos nosotros también hoy.
En esta tarea de evangelización hemos de implicarnos cualquier discípulo de Jesucristo y miembro de la iglesia. Como señaló el Papa san Pablo VI y luego han subrayado también sus sucesores en el ministerio de Pedro, «evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda», «ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa» (Evangelii nuntiandi, 14). La evangelización nunca es una mera comunicación intelectual, sino que también es experiencia de vida, purificación y transformación de toda la existencia y un camino de comunión.
En este sentido, aprecio el extraordinario esfuerzo evangelizador que se está haciendo en la Iglesia que camina en Madrid, en todas las comunidades, con la originalidad de cada una y en la situación concreta en la que se encuentran. Hay experiencias muy diferentes, pero siempre queriendo hacer ver y vivir la cercanía de la Iglesia. Se anuncia el Evangelio con todas las consecuencias y se responde a las necesidades más acuciantes, tratando de estar con todos e implicarnos en hacer visible que el amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí. Lo mismo hacen las instituciones educativas de la Iglesia, que permiten que mentes y corazones vivan y tengan la luz del Evangelio, que enseña a mirar a los demás como hijos de Dios y hermanos.
Confío en que en este tiempo de verano podáis pensar en cómo, cada uno de vosotros, vivís la llamada de Jesucristo a anunciar el Evangelio. Estoy seguro de que, tanto aquellos que tomáis unos merecidos días de descanso como aquellos que tenéis que trabajar, encontraréis momentos y lugares en las que hacer presente la Buena Noticia. Quienes os rodean lo agradecerán.
¡Feliz verano a todos!
Con gran afecto, os bendice,
+ Carlos Osoro Sierra
Cardenal arzobispo de Madrid