Carta del obispo de Coria-Cáceres: «La oración como respiración del alma»

Una de las herramientas que tenemos para prepararnos en Cuaresma es la oración, que según explica Jesús Pulido, nos da la seguridad de que estamos vivos espiritualmente

jesuspulido

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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La Cuaresma nació en la Iglesia para preparar la celebración anual de la Pascua, no como la conmemoración de un hecho que pertenece al pasado, sino como un acontecimiento siempre actual. Para que sea así, es necesario abrir nuestro corazón al don de Dios, liberarnos de lo que nos cierra a la comunicación y a la comunión con Él.

La oración es como la respiración del alma, que nos da la seguridad de que estamos vivos espiritualmente, de que el Espíritu alienta dentro de nosotros. En realidad, Dios está siempre con nosotros, no nos abandona nunca. Desde que nos da la vida, nos cuida providentemente cada día, aunque nosotros no nos demos cuenta, no le prestemos atención o incluso queramos prescindir de él. De nuestra parte, la oración es el punto de encuentro consciente, personal y libre con el Señor que camina a nuestro lado.

El Señor Jesús, más que darnos instrucciones sobre la oración, nos dio ejemplo. Ninguna cosa obró en este mundo sin que alzase sus ojos al Padre eterno y orase. Según los evangelios, Jesús se retiraba a orar a solas con frecuencia al caer la tarde. A veces se llevaba a algunos de sus discípulos con él y, apartándose como a un tiro de piedra, les decía: Velad y orad conmigo. Sus discípulos sintieron curiosidad por la oración de Jesús y le pidieron: Enséñanos a orar. Y Él les enseñó una oración, sencilla, vocal, como él rezaba: el Padrenuestro. Con esta oración, Jesús expresaba su identidad de Hijo y su unidad con el Padre que siempre lo escucha. Y eso quiere también que hagamos nosotros.

La Iglesia nos está insistiendo hoy, más si cabe, en que la oración es sobre todo un ejercicio de escucha, en el que Dios es el protagonista y lo más importante es oír su voz. Dios nos habla en muchas ocasiones y de muchas maneras: a través de las personas que nos rodean, de los acontecimientos de la vida ordinaria, pero sobre todo nos ha hablado mediante su Palabra, la Palabra que es su Hijo encarnado, y la palabra que nos llega a través de la Escritura en la tradición viva de la Iglesia.

La Cuaresma nos invita a “escuchar” las Escrituras “para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues ‘a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras’” (Dei Verbum 25). Un buen ejercicio de cuaresma puede ser abrir la Biblia al azar preguntando al Señor qué nos quiere decir en este momento de nuestra vida, qué quiere de nosotros. Muchos santos han encontrado respuesta a sus preguntas cuando han visto que Dios les habla en la Palabra (San Benito, San Agustín, San Francisco, Santa Teresa de Lisieux…). Pero, igualmente, aun cuando al abrir la Biblia los pensamientos, afectos o mociones que nos puedan venir sean nulos, aunque el fragmento leído sea árido y no nos suscite ningún sentimiento fervoroso, hemos de tener la certeza de que es Dios mismo el que nos habla y estamos en contacto con él leyendo su Palabra.

El Papa Francisco confiaba a los jóvenes su forma de rezar con la Escritura: “Quiero confiaros cómo leo yo mi vieja Biblia: A menudo la cojo entra las manos y leo un pasaje, un párrafo o incluso una línea, y después la cierro. Y no le hablo yo a él, sino que intento escucharlo en mi interior, simplemente espero que el Señor me hable con esa Palabra dirigida a mí, con el deseo de darme cuenta de que el Señor está allí” (Papa Francisco, 2015 introducción a Biblia joven).

Con esta invitación a abrir la Biblia y con el deseo de una Santa Cuaresma, les doy mi bendición,

+ Jesús Pulido Arriero

Obispo de Coria-Cáceres

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