Carta del obispo de Léon: «Gracias por tanto»

Hay mucho que agradecer cuando nos esforzamos juntos por hacer más digna la vida de quien lo necesita, evangelizar y conservar cuanto pertenece al Pueblo de Dios

luisangeldelasheras

Redacción digital

Madrid - Publicado el

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El Día de la Iglesia Diocesana ha de ser una jornada en la que todos nos sintamos más corresponsables y experimentemos el gozo de pertenecer a esta diócesis de León. Lo hacemos desde cada comunidad cristiana de nuestra geografía diocesana con su singular historia de fe y evangelización. Para ayudarnos a celebrar así el 6 de noviembre, os invito a reconocer la generosidad de cada diocesano en este caminar juntos, de modo sinodal, unidos a toda la Iglesia que peregrina en España.

Es justo que nos congratulemos y agradezcamos unos a otros la corresponsabilidad eclesial que se expresa en los dones de la oración, el tiempo, las cualidades y el apoyo económico. Cuidando estos pilares crecemos como comunidad de hermanos y hermanas en esta Iglesia particular legionense.

Nuestra contribución económica al sostenimiento de la Iglesia es una indispensable comunicación cristiana de bienes que hace posible la misión eclesial. Cada uno aporta en la medida de sus posibilidades mientras recibe conforme a sus carencias. Hay mucho que agradecer cuando nos esforzamos juntos por hacer más digna la vida de quien lo necesita, evangelizar y conservar cuanto pertenece al Pueblo de Dios.

Poner las cualidades al servicio de los demás es sembrar servicialidad y fraternidad. Semillas que producen frutos no solo en quien recibe ayuda, sino también en quien la presta. Dar gratis lo que hemos recibido gratuitamente suscita una corriente de cercanía que estrecha lazos de hermanos y amigos.

La comunicación cristiana de bienes y las cualidades compartidas son dones que están llamados a extenderse también en el tiempo regalado. Un tiempo que es oro tanto para quienes lo ofrecen como para quienes lo acogen. Regalar y agradecer el tiempo a los demás multiplica el encuentro, el camino común, el compartir fraterno, y nos ayuda a poner el reloj en pausa y la atención al hermano siempre en movimiento.

El principio y el colofón de estos dones eclesiales vividos diocesanamente es la oración. Orar llena de contenido y sentido todo lo anterior, lo precede, acompaña y sella. Oración de súplica, que susurran fácilmente los labios, pero también de acción de gracias profunda, que ensancha el corazón del orante y le hace adorar y alabar sin esperar nada, pues quien reza vivamente queda saciado.

Digamos con satisfacción: “¡Gracias por tanto!”. Gracias por cada aportación económica solidaria y caritativa en la medida de tus posibilidades. Gracias por brindar tus cualidades al servicio de otros. Gracias por tanto tiempo regalado, que no es nunca tiempo perdido, sino siempre ganado. Gracias por tus plegarias que elevan cada obra coherente al Señor y te acercan a los hermanos para construir Cuerpo de Cristo en León, Iglesia peregrina que cree, ama y espera con generosidad y alegría camino de la Jerusalén celeste.

Con mi afecto y bendición.

+ Luis Ángel de las Heras, cmf

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