El obispo católico chino que se mantuvo firme ante la dictadura comunista
Mons. Esteban Li Side sufrió persecución y prisión, pero siempre se mantuvo fiel a la fe y no cedió el control de la Iglesia católica al comunismo chino
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Hoy hablamos en El Espejo de un hombre cuya vida resume el drama y el heroísmo de la Iglesia en China durante este último período de su historia.
Hablamos del obispo Esteban Li Side, que nació en 1927 en una familia católica de larga tradición, en la provincia china de Hebei. Desde su infancia reconoció la llamada al sacerdocio y fue ordenado presbítero de la diócesis de Tianjin. Al tomar el poder Mao Zedong y comenzar el intento de controlar a la Iglesia desde el poder, él se negó y por eso fue arrestado en 1958. Así comienzan a alternarse períodos de prisión con otros de libertad, en los que vuelve a su tarea pastoral en la catedral de San José.
En uno de esos períodos de libertad, en 1982, fue ordenado en secreto obispo de Tianjin, pero no fue reconocido por el gobierno. Debido a su reclamación de mayor libertad religiosa, fue llevado a prisión nuevamente, para ser finalmente liberado con la obligación de vivir bajo arresto domiciliario en el pueblo de Liang Zhuangzi, en medio de las montañas, donde ha permanecido desde 1992 hasta su muerte en la vigilia de Pentecostés, a los 92 años.
Aunque la pretensión de las autoridades era aislarle en un lugar lejano y de difícil acceso, numerosos sacerdotes y fieles iban continuamente a visitarle y a pedirle consejo, tanto los que se encuadraban en las comunidades clandestinas como los que habían aceptado el control gubernamental.
Tras su muerte, varios sacerdotes han hablado de su devoción mariana y su obra evangelizadora, atenta a la misión de la Iglesia y el nacimiento de vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa; de su austeridad de vida, de su humildad y carácter gentil. A pesar de cuanto había sufrido, invitaba siempre a los fieles a respetar las leyes y a ayudar a los pobres.
Su funeral no ha podido celebrarse en la catedral, dado que el gobierno no le reconocía como obispo de la diócesis, y en su lápida no se ha podido grabar el título de obispo, sino el de “pastor”. A pesar de ello, su despedida se ha convertido en un homenaje de gratitud y en una fiesta de unidad de los católicos de Tianjin. Uno de los sacerdotes celebrantes ha dicho: “Cada palabra y cada acción suya es un modelo para nosotros, y permanecerá en la historia por mil años”.