El pasado, presente y futuro de América Latina

El pasado, presente y futuro de América Latina

Agencia SIC

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Entrevista al Secretario Encargado de la Pontificia Comisión para América Latina, profesor Guzmán Carriquiry, con motivo de la presentación en Granada de su libro "Memoria, coraje y esperanza. A la luz del Bicentenario de la Independencia de América Latina".

e la realidad que viven los países latinoamericanos, de la relación de España para fortalecer nuestros lazos trasatlánticos y del próximo viaje apostólico del Papa a Chile y Perú nos ha hablado el profesor Guzmán Carriquiry, Secretario Encargado de la Vicepresidencia de la Pontificia Comisión para América Latina, con motivo de su visita a Granada para presentar su libro "Memoria, coraje y esperanza. A la luz del Bicentenario de la Independencia de América Latina", publicada por la Editorial Nuevo Inicio del Arzobispado. El libro fue presentado el pasado mes de noviembre en el Vaticano.

Profesor Carriquiry, su libro se titula "Memoria, coraje y esperanza". A qué memoria, a qué coraje y a qué esperanza se refiere.

Memoria, coraje y esperanza, a la luz del Bicentenario de la Independencia de los países latinoamericanos. Yo tomé esas tres referencias a la memoria, al coraje y a la esperanza del viaje apostólico del Papa Francisco en Colombia. Él decía que para afrontar verdaderamente situaciones difíciles había que tener una memoria verdadera del pasado, afrontar con coraje el presenta y apuntar con esperanza hacia el futuro. Yo trato en el libro de hacer memoria verdadera de la emancipación de nuestros pueblos, afrontar con coraje todo el legado que nos dejó esa emancipación hasta la actualidad, hasta nuestro presente, y ver cuáles son las pistas que se abren para el futuro de nuestros pueblos y de la Iglesia en América Latina, desde una perspectiva de esperanza.

El libro tiene una presentación del Papa Francisco. También, en su primera edición, recogía el Prólogo del entonces cardenal Jorge Bergoglio, hoy Santo Padre. El Papa, entre otras cosas, se pregunta qué está pasando en América Latina y en qué queda el apelativo de "continente de la esperanza". Parafraseando al Papa Francisco, le pregunto lo mismo.

Exactamente. El libro publicado hace ya varios años, ésta no es una simple edición, sino que es una edición muy actualizada, modificada, corregida. Pero, el Papa Francisco me permitió retomar el Prólogo que había hecho como cardenal Bergoglio. Digo con un poco de vanidad que es un libro que tiene una Presentación del Papa Francisco y un Prólogo del Papa Bergoglio.

Apenas me llegaron algunos libros, le mandé unos ejemplares al Papa, y el Papa me llamó por teléfono y, con el sentido del humor que tiene, me dijo: "Mira, es bastante bueno tu libro, pero lo que más me gustó fue la Presentación y el Prólogo". El Papa en esta Presentación se pregunta qué es lo que está pasando en América Latina y plantea preguntas muy inquietantes, porque hay como una contradicción entre la explosión de empatía, de alegría, de entusiasmo, de esperanza que el pontificado ha suscitado en los pueblos de América Latina por una parte, y por otra parte una situación de zozobra, de incertidumbre política, de una onda larga de corrupción y de violencia, incluso de una regresión social que se está advirtiendo un poco por doquier en América Latina. Esa es una contradicción sufrida. Y el Papa dice "merecemos todavía el título de ?continente de la esperanza?". Ciertamente que va a responder positivamente. Pero nos quiere hacer salir de esta zozobra en que están viviendo nuestros países latinoamericanos. Quiere removernos. Quiere inquietarnos. Quiere replantearnos las verdaderas cuestiones que tenemos que afrontar.

Sin pedirle un receta, ¿nos puede dar una pincelada sobre cómo, en todo ese contexto, podrían resurgir los países latinoamericanos, donde las personas son las primeras que sufren esos vaivenes políticos y sociales?

En el último capítulo de mi libro intento dar algunas pistas fundamentales, algunos problemas fundamentales para afrontar nuestro presente y nuestro futuro. Ciertamente, un tema fundamental es el del desarrollo sustentable e intenso de las economías de los países latinoamericanos, pero con equidad, porque el problema de las desigualdades sociales en América Latina es un escándalo que clama al cielo. Nuestros países de América Latina tiene necesidad de fortalecer la democracia, que es todavía frágil, que presenta muchas ambigüedades; una democracia con fuerte participación popular. América Latina necesita intensificar un proceso de integración, camino hacia la unidad. Nuestros países solos, cada uno por su lado, cuenta muy poco, tiene muy pocas posibilidades. América Latina tiene necesidad de reconstruir, regenerar su tejido familiar y social, tiene que afrontar el gran tema de la educación, que, muchas veces, es una "cenicienta" en nuestros países latinoamericanos.

¿Todos esos son los grandes objetivos de los que habla el Papa en la Presentación del libro?

El Papa dice que el Bicentenario de la independencia de los países latinoamericanos es una buena ocasión para volar alto, para dejar una navegación de cabotaje, un pragmatismo ramplón el que estamos viviendo y tratar de pensar grandes perspectivas para los pueblos latinoamericanos. Y allí dice que urge definir y emprender grandes objetivos, sean nacionales, sean latinoamericanos, con fuertes consensos, con fuertes movilizaciones populares que ayuden a dignificar cada vez más la vida de las personas, de las familias y de los pueblos latinoamericanos.

El vínculo que tenemos con nuestros hermanos en América Latina es la fe y el idioma. Cómo podemos fortalecer, desde España y Europa, esos vínculos y lazos con nuestros hermanos latinoamericanos.

España tiene vínculos históricos con América Latina, tiene vínculos de sangre, culturales, en los que la lengua es un factor fundamental. Y tiene ese vínculo profundo que es la tradición católica llevada por la gran epopeya evangelizadora, hispánica, en tierras del Nuevo Mundo. Ese es un vínculo fundamental, sea para España, sea para América Latina.

Lamentablemente, España ha vivido tan encerrada dentro de sus propios problemas que no ha sabido desarrollar una gran estrategia, una gran política de abrazo y solidaridad con los países latinoamericanos, aparte de algunas iniciativas que, ciertamente, son valiosas. Mientras América Latina está necesitada de un gran proceso de integración y de unificación, asistimos hoy día a un proceso de desintegración del Estado español. Y eso, ciertamente, no facilita retomar, consolidar, fortalecer, relanzar nuestros vínculos. Es fundamental que España sea, de alguna manera, como un puente en las relaciones entre América Latina y la Unión Europea, y que la presencia misma de España en la Unión Europea saldría muy fortalecida si ella misma muchas veces se hiciera portavoz solidaria de los países latinoamericanos.

La semana que viene, del 15 al 22 de enero, el Papa va en viaje apostólico a Chile y Perú. Qué mensaje cree que les va a dirigir.

El mensaje, en los viajes apostólicos del Papa, siempre son un gran abrazo de caridad, de la caritas christi, con los pueblos visitados. Y el mensaje no es otro que el de confirmar en la fe a los pueblos visitados y ayudarles a hacerles crecer en la fe que han recibido. El Papa visita el Perú y no dudo que será una gran fiesta popular y católica, porque la fe católica está muy arraigada, no sólo en la historia, sino en la cultura, en la vida de los peruanos. Allí en Perú, el Papa pondrá por primera vez sus pies en la Amazonia, en la diócesis de la Madre de Dios, en Puerto Maldonado. Ciertamente, el tema eco ambiental y la situación de los indígenas serán temas muy importantes, también vistos en la perspectiva del futuro Sínodo panamazónico que el Papa ha anunciado para octubre del año siguiente. En Lima estoy convencido de que el Papa va a hacer memoria viva de los grandes santos de la primera evangelización americana, fundamentalmente santos limeños. Allí se concentró como un racimo de santos en la primera evangelización. La primera de ellas, la primera santa americana: Santa Rosa de Lima. De las rosas que cayeron de la tilma de Nuestra Señora de Guadalupe una de ellas floreció en Lima. Es santa Rosa, rosa mística. Y al mismo tiempo de ser santa mística, santa cercana a los pobres de aquellos tiempos en el Nuevo Mundo limeño.

Santo Toribio de Mogrovejo es nuestro san Carlos Borromeo americano, o quizás el fray Hernando de Talavera granadino, modelo para la evangelización americana. San Toribio de Mogrovejo que el Papa san Juan Pablo II tituló patrono de los obispos de América Latina, tan amado por el Papa Francisco, que pasó su vida recorriendo, a lomos de mula, selvas, montañas y costas del centro del Virreinato del Perú, bautizando, confirmando, uniendo en matrimonio, evangelizando y catequizando. Es el modelo que el Papa quiere para los obispos de América Latina hoy. La proximidad misericordiosa, misionera y solidaria con los pueblos. Y después, san Martín de Porres, como dice el Papa cariñosamente "el negrito con la escoba", que es el testimonio de la humilitas, de ese sencillo portero de un convento dominico, con la puerta del convento y la puerta del corazón siempre abiertas, para acoger a todos los que se acercan, heridos en el cuerpo y en el alma, a buscar cierto reparo. A esa Iglesia que, desde sus orígenes en el Nuevo Mundo, fue "hospital de campaña", como le gusta decir al Santo Padre para acoger a todos los heridos que han quedado por el camino en nuestra historia.

Ha trabajado y colaborado durante 46 años en la Santa Sede. Las sociedades en este tiempo transcurrido son muy distintas, ¿qué cambios, o qué evolución, ha percibido en la Iglesia, desde dentro, y en todos los bautizados que formamos la Iglesia?

Han sido 46 años en la Iglesia de una densidad y de una intensidad que es difícil dar una respuesta precisa. A mi me tocó colaborar siete años en el pontificado de Pablo VI y, después, en todos los sucesivos pontífices. Y es extraordinario pensar que cada uno de estos pontífices viene de lugares muy diferentes, con una formación cristiana muy diferente, con una formación intelectual muy diferente, con una sensibilidad espiritual y un estilo pastoral muy diferente.

Y no obstante, las diferencias en la biografía y en el perfil de cada uno de los pontífices es a través de ellos por donde pasa la cadena irrompible de la Tradición católica. Cada uno de estos papas parece singularmente escogido por la Providencia de Dios como diseñado por la Providencia de Dios para un momento, para una coyuntura histórica de la Iglesia y del mundo.

Al Papa Pablo VI le tocó concluir y vivir la primera fase fecunda, pero, al mismo tiempo, crítica y tumultuosa del inmediato post concilio, marcado por ese terremoto cultural que identificamos con el año 1968. Un salto en la secularización. Pero dejó a la Iglesia más serena y más preparada, para que la asumiera san Juan Pablo II, que ayudó a la Iglesia a fortalecerla en su identidad, en su comunión, en su espíritu misionero, en la defensa de la dignidad y los derechos del hombre, y se convirtió por ello en protagonista de la caída de los muros, la conclusión del periodo bipolar de Yalta. El Papa Juan Pablo I fue una ráfaga de aire puro, que ayudó a ese pasaje entre el pontificado de Pablo VI y san Juan Pablo II.

El Papa Benedicto ha sido, como raras veces en la historia de la Iglesia, el más grande teólogo viviente que es, al mismo tiempo, el Sucesor de Pedro. Nadie como él nos introdujo con tal profundidad en los misterios de Dios presente. Y ahora nos toca la revolución evangélica del Papa Francisco. Este momento de reforma in capite in membris a la que el espíritu de Dios nos está llamando a través del testimonio, del ministerio del Papa Francisco.

Y en ese tiempo de colaboración y trabajo, su experiencia personal cuál es.

Para mí, 46 años de trabajo en la Curia Romana, para un laico que viene desde Montevideo, desde el país más secularizo, menos católico de América Latina, una experiencia que, desde Montevideo, podía haber sido para mí una experiencia inimaginable, imprevisible. Para mí, estos 46 años han sido un don desproporcionado de la Providencia de Dios que se ocupa también de los más desgraciados.

(Paqui Pallarés – Archidiócesis de Granada)