Alberto Iglesias, organista en Salamanca: "La música es un regalo para favorecer la oración de los fieles"
Alberto lleva desde los 6 años poniéndose al frente del órgano, al comienzo sentado en la banqueta sobre una pila de misales porque llegaba al teclado
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Alberto Iglesias González es el organista, en la diócesis de Salamanca, de la iglesia parroquial de Santa María del Castillo de Cantalapiedra, una de las 11.414 parroquias en poblaciones rurales de nuestro país. No es la música no es lo que le da de comer. Para este ingeniero agrícola no hay nada más evangélico que vivir de los frutos de la tierra, y sus ingresos proceden de las labores del campo. En este tiempo anda como un agricultor más con el tractor entre manos, faenando con el arado y la siembra.
Maneja el laúd, la guitarra, la dulzaina y el saxofón, porque desde niño le ha gustado la música, y hasta hoy no ha dejado de crecer su pasión por las notas musicales, para con su sonido ensalzar la Creación del Señor.
Últimamente va buscando recursos por donde puede, y pulsa todas las teclas con el fin de poder cantar el 'Gloria': habilitar en su parroquia el órgano barroco del año 1745, desmontado durante la última restauración de la iglesia hace 25 años. Fue en su teclado donde comenzó a tocar de oído, pero no le quedó otra que comenzar a aprender solfeo.
Con pesadumbre, Alberto reconoce que cada vez quedan menos órganos en condiciones en su provincia, a la vez que menos organistas.
¿Un instrumento musical tan grandioso como un órgano conlleva mucha dedicación?
Llevo desde los 6 años poniéndome al frente del órgano, al comienzo sentado en la banqueta sobre una pila de misales porque no llegaba al teclado. Ahora compagino mi trabajo de ingeniero agrícola en mi propia explotación con mi pasión por la música. Aunque eso signifique que, muchas veces, los ensayos ocupen más tiempo que mi propio trabajo.
Pero lo hago con mucho gusto. Como católico practicante que soy, es una alegría y un privilegio que Dios me haya dado cualidades para servirle mediante la música. Hasta me llegaron a llamar desde México para que fuera allí a evangelizar mediante la música.
¿Qué misión realiza un organista en la celebración litúrgica?
Mi labor como organista consiste en dar solemnidad a la celebración. La música sagrada cumple un papel relevante, trascendental y el órgano ocupa un lugar honorífico, porque aumenta el esplendor. Es un regalo para favorecer la oración de los fieles y así elevar su espíritu hacia Dios. A lo largo de la semana reviso cuales son las lecturas del domingo. Además, selecciono las canciones más adecuadas para cada parte de la misa. También elijo piezas de autores clásicos para las partes no cantadas. Bueno, y alguna vez que otra las compongo yo mismo.
Para mí es todo un honor poder dar un atractivo extra y enriquecer las celebraciones litúrgicas y concederlas de solemnidad. Como decía San Agustín “quien canta, ora dos veces”. Pues quizás esa frase resuma un poco mi faena.
¿El órgano es el instrumento que encumbra la música religiosa?
Son muchas las posibilidades de las que dispone el órgano para mostrar diferentes formas de alabanza a Dios con innumerables sonidos. Por algo es llamado el rey de los instrumentos.
Sin duda el órgano en la liturgia facilita la participación y hace más profunda la unidad de la asamblea. Es por lo que el Cabildo Catedralicio editará en breve un libro sobre Himnos y Salves, en el que he trabajado. También con el delegado de liturgia de la Diócesis de Salamanca preparamos un libro de cánticos, para saber cuáles son las canciones idóneas que hay que utilizar cada domingo del año o en cada festividad.
¿Cuándo dejas las faenas de campo a donde te lleva la pasión por la música?
Colaboro con parroquias de la diócesis e incluso con la catedral. Algunas veces, como miembro de la asociación para la promoción de música religiosa, también me llaman de fuera de Salamanca e imparto conciertos didácticos para acercar el instrumento a la gente. Por ejemplo, estoy involucrado en un ciclo de conciertos llamado “Los sonidos centenarios”. Se trata de mostrar las diferentes formas de alabanza a Dios con los innumerables sonidos, con todas las posibilidades de las que dispone el órgano.
La música religiosa es como una compañera de vida para ti...
No digo que no. Siendo un niño me inicié en el órgano de la mano del sacerdote Hilario Almeida. Seguí con los mejores compositores de música religiosa y recibí clases magistrales de grandísimos organistas. Desde los 15 años llevo investigando sobre la música y el folklore sacro, publicando varios libros sobre las misas mozárabes. Soy organista litúrgico certificado por la Conferencia Episcopal. Siempre con la ilusión de poder dotar a la liturgia de la dignidad que merece.
Una de las cosas que me cambió la vida fue cuando me incorporé como el organista de “El Poeta ante la Cruz”, un acto religioso-poético-musical, santo y seña de la Semana Santa de Salamanca, que lo organiza la Real Cofradía Penitencial del Cristo Yacente de la Misericordia y del Cristo de la Agonía Redentora. Y digo que cambió mi vida porque desde ese momento muchos de los proyectos musicales y personales, por la Gracia Divina, trascendieron más allá de mi entorno. Fue algo inexplicable, empezó la gente a tomar conciencia de mi trabajo.