El firme compromiso por difundir una cultura de paz y convivencia, eje de la encíclica del Papa Francisco

La Conferencia Episcopal y los medios de la Iglesia, a través de la iniciativa 'Soñar lo posible', continúan acercándose a los diferentes aspectos de 'Fratelli tutti'

El compromiso firme por difundir una cultura de paz y convivencia, eje de la encíclica del Papa Francisco

Redacción Religión

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Por séptimo miércoles consecutivo, los medios de la Iglesia (Ecclesia, COPE y TRECE) y la Conferencia Episcopal Española, profundizan en el mensaje del Papa Francisco en su última encíclica, 'Fratelli tutti' a través de la iniciativa 'Soñar lo posible' (#SoñarLoPosible)

Esta semana (#FratelliTutti7de10) el tema propuesto para reflexionar y acercarse a este documento pontificio sobre la fraternidad y la amistad social, es superar las divisiones, favoreciendo la paz y la comunión entre todos los pueblos. Hacemos referencia por tanto al apartado de la encíclica llamado 'Los caminos de paz', en la que el Santo Padre nos llama a comprometernos seriamente para difundir la cultura de la tolerancia, de la convivencia y de la paz requiere una voluntad de reencuentro.

Texto de entrada

En una encíclica sobre la fraternidad y la amistad social, no podía faltar una reflexión sobre cómo construir los caminos que nos lleven a superar las divisiones, favoreciendo la paz y la comunión entre todos los pueblos. Comprometerse seriamente para difundir la cultura de la tolerancia, de la convivencia y de la paz requiere una voluntad de reencuentro. El papa Francisco nos ofrece algunas claves:

La reconciliación verdadera.

Un proyecto común que no anula al individuo.

Reconocer, garantizar y reconstruir la dignidad de todas las personas.

Optar por los más pobres, los últimos, los descartados.

Ideas

En muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas, se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia. Algunas expresiones necesarias para la paz como democracia, libertad, justicia, unidad han sido manoseadas y desfiguradas para utilizarlas como instrumento de dominación que arruina la paz.

La sociedad se hace más pobre cuando niega a otros el derecho a existir y a opinar. Se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos: no se recoge su parte de verdad, sus valores. Cuando las personas se unen para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, se entra en el campo de la más amplia caridad, la caridad política. Se camina hacia la paz.

La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo. Ella misma es la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos. La paz social es trabajosa, artesanal. Integrar a los diferentes es difícil y lento, pero es la garantía de una paz real y sólida. El proceso de paz es un compromiso constante en el tiempo, un trabajo paciente que busca la verdad y la justicia, que honra la memoria de las víctimas y que se abr a una esperanza más fuerte que la venganza.

La verdad es una compañera inseparable de la justicia y de la misericordia. Las tres juntas son esenciales para construir la paz. La paz es el compromiso incansable por reconocer, garantizar y reconstruir concretamente la dignidad de nuestros hermanos, para que puedan sentirse los principales protagonistas del destino de su nación. Quienes pretenden pacificar a una sociedad no deben olvidar que la desigualdad y la falta de un desarrollo humano integral no permiten generar paz.

El objetivo del diálogo es establecer amistad, paz, armonía y compartir valores y experiencias morales y espirituales en un espíritu de verdad y amor.

Recuadro

Es posible anhelar un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para todos. Este es el verdadero camino de la paz, que sólo puede lograrse cuando luchamos por la justicia a través del diálogo, persiguiendo la reconciliación y el desarrollo mutuo.

Introducción

El compromiso cristiano hacia la paz nace del mismo ejemplo de Jesucristo. Él rechazó siempre la violencia y la intolerancia y llamó al amor al prójimo como la seña de identidad del cristiano. Guerras, atentados, persecuciones por motivos raciales o religiosos y tantas afrentas contra la dignidad humana van multiplicándose dolorosamente en muchas regiones del mundo, hasta asumir las formas de lo que se podría llamar una “tercera guerra mundial en etapas”.

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En el mundo actual, los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad se debilitan y el sueño de construir juntos la justicia y la paz parece una utopía. No podemos permanecer indiferentes. Hoy el mundo tiene una insaciable sed de paz. El Papa pide a Dios que prepare nuestros corazones al encuentro con los hermanos más allá de las diferencias de ideas, lengua, cultura o religión.

Textos

Artesanos de la paz

Nuestro mundo pretende garantizar la estabilidad y la paz con una falsa seguridad sustentada por una mentalidad de miedo y desconfianza. Por eso, en muchos lugares del mundo hace falta crear caminos de paz, vínculos entre personas que permitan cicatrizar las heridas del odio. Se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia (Cf. Ft. 26 y 225).

La paz real y duradera sólo es posible desde una ética global que sostenga la solidaridad y la cooperación entre las personas para construir un futuro mejor. Este se apoya en esa relación y en la corresponsabilidad entre toda la familia humana (Cf. Ft. 227).

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Hay una “arquitectura” de la paz en la que intervienen las diversas instituciones de la sociedad, cada una desde su competencia, pero hay también una “artesanía” de la paz que involucra las personas (Cf. Ft. 231).

Cada ser humano puede ser un fermento eficaz con su estilo de vida cotidiana. Cada uno juega un papel fundamental en un único proyecto creador, para escribir una nueva página de la historia, una página llena de esperanza, llena de paz, llena de reconciliación (Cf. Ft. 231).

Cultura del encuentro

El Papa advierte que la paz social se debe sostener en la cultura del encuentro, aunque esto sea más trabajoso. Integrar a los diferentes es mucho más difícil y lento pero es la garantía de una paz real y sólida. Lo que vale la pena es generar procesos que construyan un pueblo que sabe acoger las diferencias. ¡Armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo! ¡Enseñémosles la buena batalla del encuentro! (Cf. Ft. 217).

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El objetivo del diálogo es establecer amistad, paz, armonía. Se trata de compartir valores y experiencias morales y espirituales en un espíritu de verdad y amor (Cf. Ft. 217).

Reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos, no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles. Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad (Cf. Ft. 180).

Pacificar la sociedad

La caridad logra caminos eficaces de desarrollo para todos. El amor social es una fuerza capaz de suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para renovar profundamente desde su interior las estructuras. Y es que la caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo (Cf. Ft. 183).

Si hay que volver a empezar, siempre será desde los últimos. Quienes pretenden pacificar a una sociedad no deben olvidar que la igualdad y el desarrollo humano integral permiten generar paz. Sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión (Cf. Ft. 183).

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La paz interior ni se reconcilia con la vida de esa manera. La verdad es que «ninguna familia, ningún grupo de vecinos o una etnia, menos un país, tiene futuro si el motor que los une, convoca y tapa las diferencias es la venganza y el odio. No podemos ponernos de acuerdo y unirnos para vengarnos, para hacerle al que fue violento lo mismo que él nos hizo, para planificar ocasiones de desquite bajo formatos aparentemente legales»[224]. Así no se gana nada y a la larga se pierde todo.

Un compromiso constante

La realidad es que el proceso de paz es un compromiso constante en el tiempo. Es un trabajo paciente que busca la verdad y la justicia, que honra la memoria de las víctimas y que se abre, paso a paso, a una esperanza común, más fuerte que la venganza (Cf. Ft. 226).

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La verdad es una compañera inseparable de la justicia y de la misericordia. Las tres juntas son esenciales para construir la paz y, por otra parte, cada una de ellas impide que las otras sean alteradas. La verdad no debe, de hecho, conducir a la venganza, sino más bien a la reconciliación y al perdón (Cf. Ft. 227).

La fraternidad es el fundamento y el camino de la paz, un camino de solidaridad y cooperación que hay que recorrer juntos toda la familia humana. Con la ayuda de Dios es posible construir un mundo de paz y así, salvarnos juntos (Papa Francisco en Asís).

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