Francisco Arias, sacerdote fusilado que tiene una calle con su nombre en Cantillana y Lora del Río

El presbítero, que será beatificado el 18 de noviembre en la Catedral de Sevilla, fue ejecutado por odio a la fe en agosto de 1936: sus últimos días fueron un martirio

Francisco Arias, sacerdote fusilado que tiene una calle con su nombre en Cantillana y Lora del Río

José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

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A los municipios sevillanos de Lora del Río y Cantillana les une el nombre de una de sus calles, las del Padre Francisco Arias, sacerdote hispalense que fue fusilado en 1936 en el marco de la persecución religiosa que padeció la España de los años treinta. Francisco Arias será beatificado el próximo 18 de noviembre en la Catedral junto a otros 19 mártires de la Guerra Civil Española.

Francisco de Asis Arias Rivas nació en Cantillana en 1875 fruto del matrimonio de José y María, que tuvo otros tres retoños. Ambos inculcaron a sus hijos valores religiosos, en particular hacia la devoción a la Asunción, ya que a su familia materna le correspondía entonces el ejercicio de la Mayordomía de la Hermandad, una noble distinción en Cantillana en aquel entonces.

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El 1 de junio de 1901 fue ordenado sacerdote y su primera misa la ofició en la parroquia de la Asunción de Cantillana. Una vez concluido los cursos de Sagrada Teología, fue capellán en las parroquias de San Nicolás y Santa Cruz para, luego, compaginar la capellanía con teniente de cura en el convento del Espíritu Santo.

Ya en octubre de 1919 fue párroco de Nuestra Señora de la Asunción de Lora del Río, responsabilidad que compatibilizó con el arciprestazgo loreño hasta su muerte, el 1 de agosto de 1936.

Apenas queda constancia de la labor de Francisco Arias en la parroquia, ya que buena parte del archivo fue destruido en la Guerra Civil, pero sí se ha conservado la documentación diocesana sobre algunas acciones emprendidas como ordenar las capellanías y fundaciones de antiguos conventos desamortizados o desaparecidos.

Siempre trató de revitalizar la vida religiosa. Su relación con su familia siempre fue estrecha y se mantuvo a lo largo del tiempo. A mediados de julio solicitaba permiso para acudir en agosto a su pueblo natal, Cantillana, para estar al lado de sus padres.

Las difíciles relaciones entre Francisco Arias y la Segunda República

Las relaciones del sacerdote con las autoridades de Lora del Río tuvieron altibajos en los años veinte. El primer rifirrafe tuvo lugar en 1922, cuando el alcalde denunció al coadjutor de la parroquia de la Asunción, Juan María Coca, bajo el pretexto de que frecuentaba el casino y por dejarse llevar por sus planteamientos políticos sin que el párroco hiciese nada por corregirle.

Francisco Arias desmontó cada uno de los argumentos esgrimidos por el alcalde, a quien acusó de obrar así por resentimientos personales y políticos. Las aguas terminaron por calmarse. Incluso hubo una buena disposición colaborativa por ambas partes. Ejemplo de ello fue en 1927, cuando tras concluir el Ayuntamiento loreño la ampliación del cementerio, se requirió del párroco para que lo bendijese conforme a lo establecido por la Iglesia.

Con la proclamación de la Segunda República llegaría la radicalización social que se venía gestando meses antes. En Lora del Río las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 las ganó la candidatura monárquica, pero la proclamación de la República dos días más tarde obligó a una repetición electoral en el Ayuntamiento un mes y medio después, esta vez con triunfo del republicanismo, lo que llevó a la efervescencia política y sindical. Se sucedieron la quema de conventos en toda España, siendo la de Sevilla una de las provincias más afectadas por el anticlericalismo.

La parroquia de Lora del Río también estaba en el punto de mira de estos sectores radicales, tratando de profanar a la patrona de la localidad y asaltar otros edificios religiosos. Antes de que se produjeran estos destrozos, Francisco Arias retiró al santísimo del templo de la Asunción.

En la prensa católica provincial del momento se recogieron estos altercados ocurridos en Lora del Río: “Un buen número de individuos se dirigieron a la iglesia parroquial y la asaltaron. Profanaron las sagradas imágenes y formaron un montón con las mismas y otros objetivos sagrados y les prendieron fuego. El párroco sufrió un síncope al ver profanado el templo. Más tarde fueron al convento de las Religiosas Mercedarias, donde penetraron y estropearon altares de imágenes. Destruyeron una interesante imagen de la Virgen de la Merced. Las religiosas fueron recogidas en casas particulares. La Guardia Civil detuvo ayer a 25 individuos, que fueron trasladados a Sevilla”.

El intento de la República por apropiarse de la iglesia de la Merced

La situación de la iglesia de la Merced fue el principal enfrentamiento entre las autoridades locales y la iglesia en aquellos convulsos años treinta. Antaño formaba parte el convento de la Orden Mercedaria Descalza, pero tras la desamortización pasó a ser propiedad diocesana y administrada por la parroquia de Lora.

Cuando Francisco Arias fue nombrado párroco, el edificio se encontraba en ruinas. El Ayuntamiento reclamaba su propiedad para realizar un ensanche urbanístico. Cuando se proclama la República, las autoridades quisieron hacerse con la propiedad a toda costa y arrebatársela a la iglesia.

En febrero de 1933, el Ayuntamiento firmó un decreto por el que se le exigía al párroco el pago de una especie de impuesto de 400 o 500 pesetas de la época debido al mal estado de conservación de la fachada del convento mercedario.

Ante esta exigencia municipal, el arzobispado de Sevilla recomendó a Francisco de Asís recurrir a donaciones de quienes tuviesen interés en el arreglo o pago de la multa. No fue posible reunir la cantidad. El Ayuntamiento vio la oportunidad de quedarse la propiedad para sus pretensiones urbanísticas.

Cuando le llegó la multa al sacerdote, el arzobispado le recordaba que las iglesias no deben pagar tributos. Interpuso un recurso ante la autoridad municipal que fue desestimado en 1934, por lo que la alcaldía exigió el pago inmediato de la multa, o de lo contrario se embargaría el inmueble.

Tras las elecciones generales de 1933 y la victoria de la CEDA, el clima cambió. Antes de la revolución de octubre de 1934, fueron cesados en Lora todos los concejales y sustituido por simpatizantes de la CEDA y Lerroux.

En enero de 1935, el Ministerio de Hacienda escribió al arzobispado en el que se le comunicaba que el alcalde de lora solicitaba la adjudicación de la Merced para construir una plaza pública para descongestionar las calles céntricas de la población. Finalmente se llegó a un acuerdo.

Insultos y vejaciones: el calvario de Francisco Arias en prisión hasta ser fusilado

En Lora del Río fueron fusiladas 92 personas entre el 18 de julio y el 1 de agosto de 1936. Al poco de la sublevación, se creó en el pueblo un comité que actuó ordenando detenciones, registros y fusilamientos, todo ello sin procedimiento escrito alguno. Este comité ordenó la muerte de casi un centenar de personas.

El presbítero Francisco Arias y su coadjutor, Juan María Coca, fueron detenidos días después de la sublevación y estuvieron una semana en Las Arenas, que es el nombre con el que se conocía el depósito municipal. Sus familiares le llevaban la comida a la cárcel. Ambos sufrieron tratos vejatorios por su condición de sacerdotes.

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El informe Oficial, firmado por testigos presenciales, resumían los hechos: “Que en la prisión, en que también se hallaban los testigos, recibieron los referidos sacerdotes toda clase de insultos y vejaciones, de palabras y de obras, obligándoles a limpiar lugares destinados a la inmundicia humana, barrer, regar, trasladar tierra de un lugar a otro, y coas parecidas, con el solo objeto de esclarecer la dignidad personal y sacerdotal de los mismos, pues para hacer estas cosas eran preferidos a los demás presos”.

Sobre el comportamiento de ambos sacerdotes en prisión, los testigos aseguraban que “demostraban mucha resignación, dirigían a los demás palabras de consuelo, y muchos de los presos confesaron con ellos en los días y hora que precedieron a los fusilamientos”.

Durante su detención, el 28 de julio fue asaltado el templo parroquial por una veintena de milicianos. Estaba la imagen de la patrona y la imagen de Jesús nazareno. Sacaron de sus nichos todas las imágenes para luego prenderles fuego. Algunas imágenes eran de los afamados artistas Juan de Mesa y Martínez Montañés.

El convento de las Mercedarias fue requisado para otros usos, retirándose los altares. Así fue hasta que el 7 de agosto de 1936 llegó el bando nacional.

No hay mucha información sobe cómo se produjo la muerte de Francisco Arias ni de Juan María Coca. Las matanzas en el cementerio comenzaron el 31 de julio. Fueron conducidos los presos de noche, maniatados y transportados en camiones al cementerio donde eran fusilados. Algunos llegaban moribundos porque un miliciano les golpeaba al salir de la cárcel.

En noviembre de 1936 el Ayuntamiento de Cantillana acordó rotular con el nombre de 'Francisco Arias' la antigua calle “Carnecería” donde había nacido. Al cumplirse un año de su muerte, se instaló una placa en la casa en la que nació, refiriéndose al sacerdote como “un varón amable, docto letrado, celoso sacerdote y venerado arcipreste que derramó su sangre en holocausto de la Iglesia y de su patria”.

También en Lora del Río el Ayuntamiento aprobó la rotulación de una calle denominada 'Mártires de Lora' y más adelante con el nombre de 'Francisco Arias'.