Jandro, voluntario en los barrios marginales de Argentina: "Dios no les ha abandonado"

Alejandro Carballo, de 26 años, asegura que le ha costado encontrar esperanza, pero que los propios habitantes saben que "Dios está ahí, con ellos"

Alejandro Carballo, de 26 años: "Formación y acción tienen que ir juntas si quieres cambiar el mundo"

Pablo Valentín-Gamazo

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Alejandro Carballo - o "Jandro", como también le llaman - es madrileño y tiene 26 años. Es periodista y lleva cinco años trabajando y encadenando misiones y voluntariados a través del Departamento de Acción Social de la Universidad Francisco de Vitoria.

Precisamente, ha aterrizado hace pocas semanas en España de un nuevo capítulo en las llamadas "Villas miseria" de Argentina. En medio de la marginalidad de estos barrios y el dolor de las historias que los habitan, Jandro asegura que ha podido ver a Dios en ese lugar. ¿Cómo? Afirma que al "mirar a los ojos del otro" lo que veía "en el sufrimiento era el rostro de Dios".

Carballo ha estado entregando su tiempo en las "Villas miseria" argentinas, asentamientos precarios cercanos a Buenos Aires, capital del país. Tanto, que la de este también estudiante de empresariales está a alrededor de 10 minutos del centro y alberga en torno al millón de personas.

Allí, donde prolifera la drogadicción en los niños y las familias desestructuradas, ha pasado 20 días - del 3 al 23 de julio - junto a otros jóvenes, tres formadores y un sacerdote, colaborando con las Misioneras de la Caridad de Santa Teresa, la Fundación Cielo y Solidaridad y otras organizaciones.

Una de las casas de la Villa miseria, construida por los propios habitantes

Una de las casas de la "Villa miseria", construida por los propios habitantes

Etiopía - a donde ha ido en cuatro ocasiones por su cuenta - Guinea Ecuatorial, Portugal o Argentina han sido los países donde ha estado como voluntario. En esos destinos, encuentra la fuerza en "saber que Dios está hasta en la persona con la mayor miseria y la peor suerte que puede haber en el mundo". Así lo ha vivido en el corazón de Buenos Aires.

Alejar a los niños de "Paco"

Uno de sus trabajos ha consistido en acompañar a los niños de la villa. Cuanto más tiempo están con ellos en el centro, menos están en la calle. Ese gesto es fundamental para los menores, según Jandro, porque la alternativa que les espera es irse con "Paco".

"Paco" es una droga muy conocida en la villa, explica, que está hecha de "una pasta base de la cocaina mezclada con raticida, aluminio picado...". Esta sustancia les puede llegar a atar desde los 12 años y la adicción puede ser para toda la vida. "Los efectos duran unos cinco minutos y una dosis cuesta unos 80 céntimos". "Si eres pobre y, en algún momento, te quedas sin dinero para comprar la droga, acabas haciendo todo por y para la droga", añade.

Esta situación dificulta su labor y la de los voluntarios del centro escolar donde buscan cómo ayudarles, porque, además, la "mochila" de estos niños también guarda, por lo general, una familia desestructurada por las drogas, el abandono, la violencia contra la mujer, la cárcel e, incluso, la muerte. El perfil general, continúa, es el de un hogar que sacan adelante "la abuela, la hija y los nietos".

Una misa, la luz de la esperanza en una "Villa miseria"

En la frontera de la villa hay puestos de gendarmería. La gendarmería, puntualiza Carballo, es la policía militarizada. Pero dentro de esos barrios, "los más seguros para entrar son los sacerdotes y las monjas". Ni policías, ni militares, sino las monjas o los sacerdotes. De hecho, una misa que vivió en la villa ha sido la "luz" de su voluntariado.

"Los más seguros para entrar en la villa son los sacerdotes y las monjas"

La liturgia que vivió, además de especial, era necesaria, porque, como reconoce el joven, Argentina "es el sitio donde más me ha costado ver una luz de esperanza". Alrededor de 200 personas de toda la villa se congregaron en el templo a las 20:30 hrs. La pobreza y las condiciones difíciles se quedaban atrás para unirse en la oración. El detalle que rescata Jandro es que sólo hubo una petición en la misa: "Por la paz de la villa". También, la fotografía del momento: "Ver las puertas y ventanas abiertas, con gente fuera y en la calle, me hizo ver que Dios está ahí y que ellos lo saben."

La experiencia misionera de Alejandro en Argentina, en una foto

"Se llama Ramona, tiene cerca de 40 años y tiene Síndrome de Down, es autista y es albina. La recogieron las Misioneras de la Caridad de Madre Teresa y lleva desde entonces viviendo en la casa de mujeres con discapcidad allí. Este año yo no he ido a este proyecto. Sólo he podido ir un día. Fue el primer proyecto social que visité cuando fui a Argentina hace tres años. Me hizo mucha ilusión. No puedes hablar con ella porque no sabe hablar, pero enseguida le tiendes la mano y te la da. Te da besos, te abraza y te da la mano, nada más. Yo no sé si se acordara de mí, supongo que no, pero, en ese momento, te regala el cariño que tiene. Puedes entender mirándole a los ojos que, aunque no sepa hablar, con ese gesto ya te está demostrando amor, que, al final, es eso lo que todos anhelamos: amar y ser amados".

Un voluntariado integral: acción, formación...y el aporte de la fe

Jandro y el equipo de jóvenes madrugan. A las 6:30 hrs. de la mañana toca levantarse, desayunar y asearse para subir al autobús. El autocar los deja en los cuatro proyectos en los que han estado colaborando. Se ponen a disposición de lo que les pidan, ya sea en el centro escolar o en el comedor María Barrientos, que reparte 2.000 comidas al día. Así hasta las 17:00 hrs., que vuelven a reunirse para tener sesiones de formación, hasta primera hora de la tarde, que regresan a la parroquia donde se alojan.

Ese es uno de los objetivos de estos voluntariados: aportar a los jóvenes un valor añadido, una formación integral. Lo hacen a través de encuentros con personalidades del país, con médicos, profesores de Derecho, etc., de los que aprenden a valorar lo que están haciendo por esas personas en ese contexto. En definitiva, "nos enseñan a abrir la mirada para enseñarnos a vivir el trabajo que estamos haciendo", resume el joven madrileño.

Con el don de la fe, me agarro a que Dios tiene un plan para mí y para ellos

"Con el don de la fe, me agarro a que Dios tiene un plan para mí y para ellos"

La formación y la acción tienen que ir juntas, en su opinión, para que el voluntariado sea una "experiencia transformadora", para que "verdaderamente cale en ti, para que te cambie y puedas cambiar el mundo".

Además, está el aporte de la fe para encontrar un sentido a esas realidades. "Con el don de la fe, me agarro a que Dios tiene un plan para mí y para ellos, que Dios no les ha abandonado", subraya. También, le supone una ayuda para apreciar más lo que tiene: amigos fieles, oportunidades, etc. Pero no se queda ahí, porque considera que también posee "la oportunidad de salir al encuentro de la persona que sufre".