Los trastornos de salud mental, ¿la pandemia del siglo XXI?: "Simplemente siento miedo a la soledad"

'Informe ECCLESIA' analiza en un amplio reportaje los motivos por los que aumentan en España los casos de depresión, ansiedad o las autolesiones

José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

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Isabel tiene 61 años. Desde los 26 presenta síntomas de depresión. Desde hace más de tres décadas libra una dura batalla contra su enfermedad y la estigmatización que ha sufrido en su entorno e incluso en su puesto de trabajo: «He tenido más depresiones por mi trabajo. Sentía rechazo. Llegué a odiar el Derecho. Algún vecino me ha retirado la palabra», relataba en ECCLESIA apesadumbrada.

Por desgracia, el caso de Isabel no es único. Se estima que en España sufren depresión unas cuatro millones de personas. A ello se suma el 15% de población que sufre los efectos de la ansiedad y el estrés, o el medio millón de personas que padecen esquizofrenia.

Un problema en la sociedad del siglo XXI que se prevé vaya a más en el futuro si no se toman medidas: los expertos prevén que una de cada cuatro tendrán un problema de salud mental a lo largo de su vida, aunque también aseguran que esta cifra se podría reducir en un 30% con un buen sistema de prevención.

Pero volvamos a la historia de Isabel. El pasado mes de abril volvió a recaer de su depresión, lo que hizo que ingresara en la Clínica Nuestra Señora de la Paz de Madrid, centro psiquiátrico que gestiona la orden de San Juan de Dios, donde ya estuvo hace ocho años.

«Simplemente siento miedo a la soledad. Aquí hay calor humano. Aprendes muchas cosas tanto de los profesionales como de las personas que están contigo. Te pueden dar ideas de cómo superar una crisis, con la psicomotricidad, con la respiración cuando sientes ansiedad... Llegamos a formar una familia aquí», precisaba.

Atención integral a los pacientes: los centros psiquiátricos de San Juan de Dios

Isabel es una de las cientos de personas que son atendidas por San Juan de Dios, que cuenta con dos centros en Madrid: la ya citada Clínica Nuestra Señora de la Paz en Arturo Soria, y el Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos.

Ambos centros tienen en común el tratamiento de trastornos de la salud mental, aunque con matices: «Nuestra Señora de la Paz se dedica a las adicciones y patologías agudas entre adultos y adolescentes, mientras que el de Ciempozuelos tienen un carácter más sociosanitario con tres líneas de actividad: salud mental, que abarca más la patología de media estancia y crónica de larga estancia con distintas unidades; tiene un ámbito muy grande de discapacidad intelectual y un área muy potente de mayores con trastornos de conducta», explicaba la directora gerente de los dos centros psiquiátricos, Elvira Conde.

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La gerente además no ha querido dejar pasar por alto la creciente incidencia por trastornos de salud mental en los últimos años, especialmente a raíz de la pandemia: «Hemos notado un aumento de demanda de hospitalizaciones e ingresos», alertaba.

Tanto en Arturo Soria como en Ciempozuelos, el director médico es el psiquiatra Álvaro Pico, que ofrecía más datos que diferencian ambos espacios: «En Arturo Soria hablamos de pacientes con patología aguda o subaguda que acuden y están un tiempo más limitado. En la parte de subagudos hablamos de meses de intervención e ingreso así como en el centro de día en la parte de adicciones. En Ciempozuelos, al ser de características residenciales, dependiendo de la unidad y área en el que se encuentre la intervención será diferente. En el área de psicogeriatría son residentes que proceden del área de atención al mayor y la atención en otros dispositivos es insuficiente porque tiene una gravedad de conducta que hace inmanejable en ambientes residenciales puros», explicaba.

Cuadros de ansiedad o depresiones que se recuperan en un periodo razonable de tiempo, así como patologías complejas como el trastorno mental grave que requieren de una intervención para evitar que se agrave el problema y lastre su capacidad de autonomía, forman parte del abanico de posibilidades de atención en los dos centros que gestionan la orden de San Juan de Dios. En muchos casos, se habla de cuadros cronificados y graves, que llegan al centro como último recurso, después de haber pasado por otras unidades.

«En los medios quizás se pone mucho el foco en la patología más común que podemos tener cualquiera en algún momento de nuestra vida, desde un problema concreto laboral o personal que puede derivar en una ansiedad, problemas de sueño, depresiones... Son trastornos importantes que hay que resolver pero tienen un recorrido más corto y que con una intervención específica se va a resolver de manera definitiva frente a otros problemas graves que son menos visibles y que condicionan su vida y funcionamiento. Ahí es donde debemos estar nosotros, dando respuesta a esas personas que tienen esas dificultades para dotarles unas posibilidades de futuro en el aspecto residencial o de cuidados orientado a la vuelta en un ámbito ambulatorio con más o menos atención de apoyo», sostenía Álvaro Pico.

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Pero queda mucho camino por andar. Se ha avanzado en concienciación sobre el problema, pero los pacientes con trastorno de salud mental «siguen siendo los últimos de la fila», apuntaba Elvira Conde, quien consideraba que las medidas adoptadas por parte de las administraciones siguen siendo insuficientes para la prevención y el tratamiento eficaz.

Uno de los aspectos que diferencian el tratamiento integral a los pacientes con trastorno de salud mental en los centros de la orden, es la atención espiritual (el servicio SAER) tanto de los creyentes como de los que no lo son.

«Se le da la atención y el soporte que necesita cada persona, se les ofrece desde entrevistas individuales para solventar las necesidades o inquietudes de cada persona en cada ámbito. No es lo mismo un paciente que se opera de la cadera o que recibe paliativos o de salud mental. Sus necesidades espirituales pueden cambiar», detallaba la directora gerente.

Las terapias ocupacionales con los pacientes en el centro de Ciempozuelos

El centro San Juan de Dios de Ciempozuelos cuenta con un total de quince unidades con capacidad de ofrecer un tratamiento específico a los pacientes: «No es lo mismo psicogeriatría, donde la terapia va más orientada al deterioro cognitivo que unas terapias que abordan los problemas de personalidad», comentaba Carlos Nieto, enfermero de la Unidad de Rehabilitación y Retorno a la Comunidad.

ECCLESIA ha tenido la oportunidad de adentrarse en el aula de terapia ocupacional, una unidad pionera y específica donde trabajan principalmente con jóvenes que padecen trastorno del límite de personalidad: «Son chicos inteligentes con mucha capacidad y requieren de un recurso especifico porque muchas veces están mezclados con pacientes de personas de otras tipologías muy distintas. Se intenta trabajar la parte de emotividad, de autoestima o del manejo de la impulsividad», manifestaba el enfermero.

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Jonathan es uno de los jóvenes que asisten a esta terapia ocupacional. De 26 años, se encuentra ingresado en el centro de Ciempozuelos desde hace siete años: «Tenía problemas familiares, en la calle, no me tomaba las pastillas...», nos contaba. Problemas que le trajeron al centro psiquiátrico de la orden religiosa de San Juan de Dios, donde ha evolución está siendo muy positiva, no solo por su control de sus impulsos, sino porque también se está preparando para el futuro, e incluso ha encontrado el amor entre sus muros con una chica de su misma unidad.

«He avanzado con la impulsividad, ahora me tomo las pastillas y me preocupo yo, antes no me preocupaba y las tiraba. Mi tratamiento me lo tomo al pie de la letra, voy a clase y no falto», agregó.

Casos como el de Jonathan están en auge entre los jóvenes, debido a diversos factores: «Las redes sociales ha provocado un aumento en patologías como el trastorno del límite de personalidad. Luego la imagen corporal es más importante en nuestra sociedad, y el cómo los transmitimos ha hecho que estos trastornos hayan aumentado mucho. Hay una detección ahora más precoz, hay mucha más conciencia de los trastornos mentales y se detectan y se tratan antes. Entre la población joven casi el 50% de los trastornos mentales se detectan en la adolescencia, cuando empiezan a surgir», puntualizaba Carlos Nieto.

También es compleja la realidad de Natalia. El pasado mes de diciembre, el día que cumplió 23 años, trató de quitarse la vida con un cuchillo. Tras pasar por diferentes centros hospitalarios, ingresó en febrero en el centro de Ciempozuelos. En tan solo diez meses de tratamiento, aseguraba que «ahora soy menos impulsiva y menos agresiva. Antes tenía muchos ataques de ira. Estoy ahora más calmada».

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Y es que el fenómeno del suicidio se ha visto incrementado desde que estalló la pandemia, también entre los jóvenes. Solo en 2020 un total de 4.000 personas se quitaron la vida – entre ellos quince menores-, batiéndose todos los récords desde que hay registros en 1906.

Tratamiento de los trastornos de salud mental en adultos

Tratar a pacientes con trastornos de salud mental varía en función de la patología y de la edad. La terapeuta ocupacional en Ciempozuelos, Teresa Mañoso, se centra en pacientes de edad adulta. ECCLESIA 'pilla' a Teresa en plena terapia de meditación con un grupo de adultos que residen en San Juan de Dios.

Un momento para la paz, mantener la atención, controlar la respiración y alejarles de estímulos externos: «Comenzamos en la pandemia con esta forma de trabajar y a día de hoy se mantiene y vienen por su propia iniciativa, esperando esta media hora para poder trabajar», expresaba la terapeuta.

Pero las actividades con los pacientes son diversas, con el fin de que la jornada esté marcada por una estructura organizada que cumpla con sus demandas: «No nos centramos en la enfermedad, para nosotros es importante fomentar las capacidades y habilidades que tienen», continuaba explicando.

«Sus vidas se han truncado de alguna manera, y queremos que tengan una proyección de vida, que se sientan cómodos, se sientan felices, se sientan satisfechos y además valorados y validados. Es nuestro deseo», añadía.

¿Cómo prevenir los trastornos de salud mental en las aulas?

La covid-19 también ha causado estragos en la comunidad educativa. Estudios realizados por organizaciones como 'Save the Children' o UNICEF, tres alumnos de cada diez sufren algún tipo de trastorno de salud mental. La incertidumbre o el estrés está propiciando un aumento de las conductas autolíticas, trastornos alimentarios como la bulimia y, en los casos más extremos, las ideas suicidas.

Pero no solo entre el colectivo estudiantil. Desde Escuelas Católicas, que representa a unos 2.000 centros en toda España, estiman que el 25% de su profesorado está padeciendo algún tipo de trastorno de salud mental, no solo derivados por la pandemia, tal y como manifestaba en ECCLESIA Irene Arrimadas, directora del departamento de Innovación Pedagógica de Escuelas Católicas y responsable de la Revista Educadores

«Todo el contexto social, la crisis económica o el cambio de ley que vivimos actualmente en los centros con la implantación de la LOMLOE, están ocasionando que entre nuestros docentes se estén incrementando los casos de depresiones y de bajas», subrayaba en declaraciones a ECCLESIA.

Unas cifras que preocupan, pero que solo se pueden abordar con el apoyo de toda la comunidad educativa, no solo desde la propia escuela. Por ello, Arrimadas reclamaba que además de los trabajos de los centros orientados «a la mejora de la convivencia, del bienestar, de la prevención de los abusos, el acoso o el bullying en las aulas», es necesaria la implicación de «los padres, profesores, administraciones y la sociedad en general».

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Por ello, la responsable de Innovación Pedagógica de Escuelas Católicas demandaba más formación para los docentes en los procesos de acompañamiento que hagan más eficaces los protocolos de actuación y aterricen en la realidad de las aulas.

En este sentido, Irene Arrimadas apelaba por agudizar la labor de observación que permita detectar en las aulas «signos de que algo no está funcionando bien, de que los alumnos tienen problemas. Observar en nuestros niños y adolescentes esos síntomas de tristeza, de depresión, de aislamiento. Para eso hay que educar la mirada y para eso necesitamos formación y recursos», expresaba.

Asimismo, Arrimadas estimaba conveniente reforzar el número de orientadores para «acompañar a los alumnos desde Infantil y Primaria», y reivindicaba la labor de los tutores en este abordaje, al ser «el profesional que más hora pasa con nuestros hijos y alumnos a lo largo de su escolaridad».

“Cuando te insultan desde el cuarto en las redes, te agujerea la moral”

Como hemos comentado, entre el colectivo juvenil han crecido los casos de trastornos mentales en los últimos tiempos. La incertidumbre, un mundo más competitivo o la exposición en las redes sociales podrían explicar en parte los cuadros depresivos o de ansiedad.

En ECCLESIA hemos reunido a tres adolescentes que ofrecieron su punto de vista sobre esta problemática social. Se tratan de Andrea (14 años) estudiante de 3º de la ESO en el colegio San Viator; Marina (15 años) alumna de 4º de la ESO en Nuestra Señora del Pilar y Martín (15 años), estudiante del mismo centro que Marina.

La covid-19 primero y acontecimientos como la guerra de Ucrania después, que han derivado en una crisis energética, hacen de este mundo un lugar repleto de incertidumbres, lo que a juicio de Martín está ocasionando inestabilidad emocional en muchos adolescentes: «Todo ha venido en cascada. Este miedo constante hace que suban nuestros niveles de estrés», afirmaba.

Para Andrea, estos hechos históricos han hecho que su generación haya abierto los ojos y contemple un mundo caótico que puede marcar su futuro: «Nos va a costar encontrar un trabajo y empezar una vida de adultos. Es el estrés de no saber qué nos va a venir en el futuro. No sabemos cómo puede evolucionar la guerra de Ucrania, si puede haber una Tercera Guerra Mundial, si puede haber más enfermedades que muten, cómo afectará el cambio climático.... vemos un futuro oscuro», vaticinaba la adolescente.

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Un mal uso de las redes sociales también puede ser un agente desestabilizador entre los jóvenes y adolescentes. En un mundo donde imperan un determinado canon de belleza y personalidad, quienes no reúnen estos estándares pueden ser carne de bullying y desprecio.

Andrea fue víctima de este maltrato en las redes: «A mí me lo han hecho cuando era pequeña y ahora me lo siguen haciendo de forma más leve y llevado a las redes sociales. Me han llegado insultos por ir en 'short' en verano, por mis muslos que los tenía demasiado grandes. Me han acosado», lamentó.

Martín, por su parte, hizo hincapié en que este acoso ya no se queda en el patio del recreo, si no que se produce en tu propia casa a través de los linchamientos digitales: «Ahora tenemos los teléfonos en nuestro cuartos toda la tarde, nos escriben, nos notifican y leemos que alguien nos insulta. Ya no te insultan en un territorio que no es el tuyo como el colegio, sino en tu propio cuarto, en tu zona segura. Esto agujerea la moral», advertía.