El precio de la luz bate récords pero no hay que perder la calma

El precio de la luz bate récords… pero no hay que perder la calma

Agencia SIC

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Este III Domingo del Tiempo Ordinario, recién finalizadas las fiestas navideñas en las que se ha podido contemplar el misterio de Dios que se ha hecho carne, se celebra el Domingo de la Palabra de Dios, al tiempo que finaliza el Octavario de oración por la unidad de los cristianos.

Dedicar un domingo completamente a la Palabra de Dios. Con esta intención estableció el papa Francisco el Domingo de la Palabra de Dios. Una Jornada que la Iglesia celebra el III Domingo del Tiempo Ordinario, en esta ocasión, será el 24 de enero. El tema de este año está tomado de la Carta de San Pablo Apóstol a los Filipenses: ¡Mantengan firme la Palabra de la Vida! (cf. Fil 2, 16).

Para contribuir a la preparación de esta Jornada, el área de Pastoral Bíblica de la Comisión Episcopal para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado ha editado un subsidio litúrgico para la celebración de la eucaristía, unos puntos orientativos para la homilía y un ejemplo de Lectio divina para el ejercicio de la lectura creyente y orante de la Palabra de Dios.

“Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios” (Mc 1,14–20) es el título que se ha elegido para estos materiales que también incluyen una presentación del director del secretariado de esta Comisión, Juan Luis Martín Barrios.

“Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios” (Mc 1,14–20)

¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia, que dice a Sión “Tu Dios reina” (Is 52,7). Esto es lo que pretende ser el Área de Pastoral Bíblica, recientemente creada en la Conferencia Episcopal Española e insertada en la Comisión de Evangelización, Catequesis y Catecumenado. Ninguno de estos tres grandes procesos en la Pastoral de la Iglesia se pueden entender sin la referencia en su origen, desarrollo y destino, a la Sagrada Escritura como Palabra de Dios dirigida a los hombres y mujeres de hoy en su contexto.

A la luz de la Dei Verbum n. 2, comprendemos que Dios, en su infinita misericordia, desveló su plan de salvación a la humanidad entera, esperando de cada ser humano la respuesta de la fe, es decir, la adhesión personal al Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo. En ese encuentro entre Dios y el hombre se produce el misterio, que no es la realidad incomprensible a la mente humana (concepción greco–latina), sino que, siguiendo la concepción bíblica (semita) un misterio se da cuando la historia de Dios se inserta en la historia humana. Podemos decir que en el diálogo entre Dios y el hombre, Jesucristo es la Palabra.

Después de cincuenta y cinco años de la clausura del Vaticano II, y como expresión de esa nueva sensibilidad conciliar, podemos decir que la Iglesia ha dado pasos bien significativos en la tarea de dar a conocer la Palabra de Dios. Pensamos tanto en la revisión de la Liturgia de la Palabra en la celebración de la Eucaristía y la presencia de la Escritura en todos los sacramentos, los catecismos y en los diversos itinerarios catequéticos, así como en la publicación de numerosas traducciones de la Biblia, la divulgación de los materiales orientados a distintos ámbitos de la animación bíblica de la pastoral y los innumerables proyectos de lectura creyente de la Biblia en diócesis, parroquias y comunidades.

En efecto, aquel Concilio Ecuménico dio un gran impulso al descubrimiento de la Palabra de Dios. Desde él, los sucesivos Pontífices han seguido la estela marcada por la constitución Dei Verbum y han cuidado mucho subrayar la importancia de la Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia.

Baste recordar a San Pablo VI que creó la Federación Bíblica Católica Mundial (FEBIC) para llevar a la práctica dicha Constitución, en especial el capítulo VI sobre la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia;

a San Juan Pablo II en la Tertio Millennio Adveniente (TMA 36) y en la Novo Millennio Ineunte (TMI 17);

a Benedicto XVI que, a la luz de la Asamblea del Sínodo de Obispos de 2008 sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia, publicó la exhortación apostólica Verbum Domini;

y al papa Francisco quien, a la luz de la XIII Asamblea General del Sínodo de 2012 sobre La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, publicó la exhortación Evangelii Gaudium, donde, además de estar cosida de abundantes citas y comentarios bíblicos, afirma que “toda la evangelización está fundada sobre la Palabra de Dios escuchada, meditada, vivida, celebrada y testimoniada” (EG 174).

En dicho itinerario, el Obispo de Roma, tras la conclusión del Jubileo extraordinario de la misericordia, año 2013, pidió que se pensara en “un domingo dedicado enteramente a la Palabra de Dios para comprender la inagotable riqueza que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo” (Misericordia et misera, 7). Un sueño hecho realidad al instituir el III Domingo del Tiempo Ordinario como “Domingo de la Palabra de Dios” y coronado ahora con la reciente carta apostólica Scripturae Sacrae Affectus con motivo del 1600º aniversario de muerte de San Jerónimo, que hoy, como a sus contemporáneos, nos dice “Lee muy a menudo las Sagradas Escrituras, o mejor, nunca el texto santo se te caiga de tus manos”.

Con el objetivo de ayudar a preparar dicha celebración el próximo día 24 de enero de 2021, se ofrecen estos materiales orientados por Mons. Julián Ruiz, por el Área de Pastoral Bíblica de la CEE, y amasados por nuestros amigos de la Casa de la Biblia. A ellos agradecemos su generosa disponibilidad, cualificado trabajo y atento servicio.

El texto elegido para esta Jornada se corresponde con uno de los versículos del evangelio propio de ese Domingo (Mc 1,14–20). Juan Bautista ha sido arrestado en la cárcel de Maqueronte y Jesús, en los primeros compases de su vida pública, tras el bautismo y lleno del Espíritu Santo, comienza su misión: “está cerca el reino de Dios”. Reino que consiste en acoger la buena noticia, el evangelio, de que todos somos hermanos (fraternidad), porque tenemos un solo Padre (filiación) y tenemos que amarnos más, mejor y de otra manera (Mandamiento nuevo). Al inicio del Tiempo Ordinario, nos ponemos a la escucha de la llamada del Señor que, como a los discípulos de la primera hora, nos sigue haciendo a cada uno de nosotros para implicarnos en la construcción del reino.

Estos materiales aparecen distribuidos en torno a tres partes: un subsidio litúrgico para la celebración de la santa Misa, unos puntos orientativos y sugerentes para la homilía, y un ejemplo de Lectio divina para el ejercicio de la lectura creyente y orante de la Palabra de Dios.

Nos unimos al deseo del papa Francisco quien, al final de su Carta apostólica Aperuit illis, expresa “que el Domingo dedicado a la Palabra haga crecer en el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura, como el autor sagrado lo enseñaba ya en tiempos antiguos: esta Palabra “está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca para que la cumplas” (Dt 30,14).

Juan Luis Martín Barrios

Director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Evangelización, Catequesis y Catecumenado.

El papa Francisco instituía esta Jornada el 30 de septiembre de 2019 con la firma de la Carta apostólica en forma de «Motu proprio» Aperuit illis.

El valor ecuménico del Domingo dedicado a la Palabra de Dios

Un texto en el que el Santo Padre explica que la fecha para su celebración se ha hecho coincidir con la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Un tiempo “en el que estamos invitados a fortalecer los lazos con los judíos y a rezar por la unidad de los cristianos. No se trata de una mera coincidencia temporal: celebrar el Domingo de la Palabra de Dios expresa un valor ecuménico, porque la Sagrada Escritura indica a los que se ponen en actitud de escucha el camino a seguir para llegar a una auténtica y sólida unidad”.

Divulgar la Palabra de Dios

El Pontífice propone este Domingo dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios:

En definitiva se trata de reavivar la responsabilidad de los creyentes en el conocimiento de la Sagrada Escritura y en mantenerla viva mediante un trabajo permanente de transmisión y comprensión, capaz de dar sentido a la vida de la Iglesia en las diversas condiciones en que se encuentra, como señala el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización.

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(Conferencia Episcopal Española)

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