La reacción de Charo en el Vaticano que dejó estupefacto al propio Papa Francisco
Charo, a sus 88 años, viajó a Roma el pasado mes de octubre para conocer al Sumo Pontífice
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Charo no podrá olvidar jamás el 22 de octubre de 2019, fecha en la que cumplió, a sus 88 años, con una de las mayores ilusiones de su vida. Asistir al Vaticano (Roma) para conocer al Papa. Una realidad que se vio cumplida gracias a la Fundación Miranda y su programa 'Último Deseo', consistente en dar respuesta a los anhelos y asuntos pendientes de los usuarios antes de que fallezcan.
Nuestra protagonista, residente en la sede de esta entidad sin ánimo de lucro ubicada en Barakaldo, asegura en COPE.es sentirse enamorada del Papa Francisco: “Para mí lo es todo. Cuando me dieron la noticia de que íbamos a conocerle pensé que era broma”.
Eso sí, matiza que asistir al Vaticano era su mayor deseo, pero espera que no sea el último, tal y como se denomina el programa de la Fundación Miranda: “¿Qué pasa, que cuando volviera de Roma me tenía que morir?”
Bromas aparte, se trató de un viaje relámpago de tres días cargado de emociones: “Nos pilló un tiempo estupendo, con 27 grados de temperatura. Recuerdo con mucha emoción la salida del Papa a la plaza de San Pedro ante unas 98.000 personas”.
Charo estuvo a apenas un metro del Santo Padre, momento en el que estaba francamente histérica, tal y como ella misma revela: “Justo enfrente mía había un matrimonio con una niña muy pequeña. El Papa mandó parar el coche para bendecirla. Luego nos bendijo al resto. Yo solo podía gritar ¡Viva el Papa! Fue tremendo cuando nombró a la Fundación Miranda de Barakaldo en el momento en el que Francisco citó la procedencia de los asistentes”, relata Charo.
Y es que ha tardado, pero cumplió la promesa hecha a su hermano, ya fallecido, de viajar juntos al Vaticano: “Entre una cosa y otra nunca pude ir y, fíjate, cuando menos me lo esperaba surgió la oportunidad. Desde la fundación me llamaron al despacho del director para darnos la noticia. No me lo creía. Me tocaba la cara para ver si no estaba soñando”, evocaba la anciana.
Pero Charo no estuvo sola en esta apasionante aventura. Junto a ella asistieron otras cinco residentes, entre ellas Amparo, que también siente una gran devoción por el Papa: “Nunca pensé a mis 91 años que vería al Papa tan de cerca”.
Tras esta sorpresa tan agradable para ella, tiene claro lo que le pide al futuro: “Vivir tranquila y que cuando me llegue la hora no me saquen de la habitación en la que he vivido trece años, mi segunda juventud”, confiesa Amparo entre risas. Sin duda, aquella experiencia le hizo olvidar por unos días la enfermedad rara que padece desde hace años, que hace que destruya las células buenas: “Me duele todo el cuerpo”, añade con cierta resignación.